Habitar el placer: silencios y poder.

Por Josefina Dobinger - Álvarez Quioto. Dirección de investigación, SalaMAC/MUA  |  2021


Me lavé las manos, puse una toalla en el borde del inodoro y me metí tres dedos al fondo de la garganta. Me metí los dedos primero en la boca para vomitar, antes que en la concha para masturbarme y acabar. Se nos fomentó tanto el castigo y se nos censuró tanto el placer.  María del Mar Ramón

Crear [es] un espacio propicio para que los recuerdos se acerquen y se queden un rato entre nosotros.  Louise Bourgeois

El título mismo de la exposición; «por mi culpa» —trasladada del latín—, puede percibirse como invitación a mirar, desde otra sensibilidad el propio cuerpo y el colectivo. Archivos vivos de memorias inmersas en lo cotidiano y las fuerzas del entorno/vida familiar/social que la envuelve. Convida al dialogo lúdico de vivencias —reales o imaginadas— que percibo y por tanto interpreto, desde el sentimiento de humillación y las batallas para superarlas; un mirarse a una misma al descubierto y observada en un escenario experienciado —aprendido— como vergonzoso.

 

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En este sentido, el silencio constriñe y desnuda el mundo íntimo/colectivo en un fluir contradictorio e inquietante, expresión de lo incomunicable a la vez que lo revela. Dicho con otras palabras, convida a la posibilidad de despertar, darnos cuenta de que la vergüenza es también producto de un sufrimiento personal y colectivo que existe y nos hace infelices, muchas veces negado o normalizado. Las heridas vulneran, también se enfrentan y nos transforman —daños vividos propios y del entorno—, violaciones, (trans)femicidios, acoso sexual, homofobia, racismo, incesto, pero también abandono, humillaciones, violencia psicológica, entre otras. El control y normalización del sufrimiento provoca miedo, no obstante, también es confrontado, muchas veces repitiendo el dolor en silencio y desolación, a tal punto, en acuerdo con Iñaki Zapirain, que podríamos encontrarnos amenazadxs de enfermar cuando no somos, o no nos encontramos en nosotrxs mismxs; perdida de la energía vital creadora de sentido.

Así pues, la exposición Mea culpa comunica por medio de expresiones estéticas y lúdicas elementos de la dimensión creadora, que son a su vez emancipatorias y hasta terapéuticas. El conjunto de piezas artísticas se enfrenta al miedo, vergüenza inmersa en una sociedad dominada por el conservadurismo, la manipulación, el dolor, encubrimiento de las violencias, la explotación, los abusos, el control y la parálisis. Genera, lo que personalmente me gustaría llamar espacio para el dialogo (auto) reflexivo —delimitado por relaciones de poder—. Amalgama de la pluralidad de tradiciones y sueños que son una manera de imaginar y pintar la historia vivida, especialmente la que se entreteje cotidianamente. Simbiosis filosófica / cultural / religiosa / espiritual / moral / tecnológica / estética / erótica / política. Contradicciones ocultas en el mutismo y secretos manifestados, en mi opinión, a través de la culpa y vergüenza; tabú, piel que envuelve el cuerpo.

…El proceso creativo de la exposición Mea culpa, fue impulsado por el cuestionamiento a la doctrina religiosa de la iglesia católica cristiana en la cual creció la artista y la estigmatización del sexo creada por la misma… la estigmatización ha funcionado como herramienta de control sobre el impulso sexual humano.

 

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Naturalezas muertas —objetos— discurren en paisajes y ponen en relieve maneras en que se piensa, guían, imaginan, muestran y creemos deben ser las relaciones y cuerpos, sobre todo los feminizados/racializados/jerarquizados. Erótica del inconsciente personal e imaginario colectivo que revela el peso de la sexualidad y los cultos cristianos en la trayectoria social, convocatoria a reflexionar sobre la soñada y añorada libertad. Enfrentando la conciencia moral, normativas sobre lo que puede estar bien o mal, Mea culpa, por medio de piezas de grabado, escultura e instalación, exhorta conforme a la artista, a: «reflexionar sobre el efecto de la culpa religiosa en nuestras mentes y vida, la necesidad de explorar la sexualidad y el placer sin filtros, el reconocer que esa conversación es necesaria para el desarrollo de una sexualidad sana y el reconocimiento de la misma como algo natural y no pecaminoso, porque para mí es importante que todas las personas se sientan libres y en derecho de sentir placer sin culpa».

En lo que respectan las creaciones de Julia Galeano, se produjeron en el marco de sus estudios de especialización en Artes plásticas —grabado—, expuestas por primera vez en Honduras en la Sala Mujeres del Arte Contemporáneo SMAC bajo la curaduría de Bayardo Blandino, director artístico de MUA. Entre las obras que forman parte de la exhibición se encuentran; Divina abstinencia, grabado (2017); Gula santa, grabado (2017); Pide y se os dará +, instalación, materiales variados (2018), entre otras. Respecto al proceso de creación de Mea culpa se destaca lo siguiente:

En parte viene de experiencias personales. El crecer en Honduras, donde las doctrinas religiosas tienen tanto peso sobre nuestro diario vivir y cultura, marcó mucho mi pensamiento sobre el sexo. Por muchos años tuve una lucha conmigo misma sobre lo que era aceptable y lo que no, lo que podía o no hacer con mi cuerpo, pero poco a poco logré liberarme de la culpa que estas ideas traían a mis deseos y actos sexuales. A partir de ese momento comencé a notar las ironías entre religión y sexo, por ejemplo, el hecho de que la iglesia es una estructura que asciende objetos a cosas sagradas e intangibles y la industria del sexo hace lo mismo con los juguetes, que son objetos que te ofrecen algo intangible: el placer. Igualmente, la similitud entre rosarios y bolas sexuales, candelas y consoladores, etc. Son cosas que nos muestran que estos dos mundos que parecen contrarios coexisten en un mismo plano, les guste o no.

 

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Consiguientemente, la pregunta central de la que parte esta exploración es la búsqueda de la raíz que dio origen al desprecio humano por el propio cuerpo. Al respecto, se destaca que el patriarcado, y sumo el colonialismo, se enmarcan como sistemas de dominación que atraviesan esta apuesta creativa, en tanto, han formado parte de la doctrina religiosa cristiana desde sus inicios, igual que acontece con la doctrina neoliberal. Estructuras que operan a partir de controlar y restringir la autonomía de cuerpos feminizados, sexualizados y racializados —cuerpos que son territorio propio y colectivo—. Respecto a la doctrina religiosa y su relación con el cuerpo, Julia Galeano escribió en su tesis lo siguiente:

Remonté la historia de la culpa al pecado original. Según la Iglesia Católica Romana y Apostólica, para la doctrina cristiana todos los seres humanos están manchados por el “Pecado original”. Como todos los humanos son descendientes de Adán, no solo somos pecadores, sino que todos somos castigados con la muerte; haciéndonos humanos, mortales. En esta percepción el cuerpo se considera desdeñoso, sucio e indeseable. Por otro lado, el alma humana se considera limpia, elegante y se percibe como pura… La guerra entre cuerpo versus espíritu es lo que inicio la estigmatización del sexo en el que la creencia de que cada acción impulsada por el cuerpo se consideraba pecado. (Galeano, 2018)[1] 

De ahí que, al recorrer la exposición Mea culpa muy probablemente se activen memorias silenciadas, ocultas en un mundo dominado por la mirada purgatorial de lo no dicho. Normas de silencio, efectivas a través de la vergüenza, el estigma y el temor al castigo que nombra lo que no está presente: el propio cuerpo percibido extraño e indigno. Imágenes que desnudan pensamientos encubiertos, naturalezas muertas conformadas por objetos sexuales que adquieren vida a través de creencias y dogmas, al tiempo que inquietan, provocan malestar y discordancia cuando nos encontramos frente a bodegones, esculturas e instalaciones reunidas en la exposición.

 

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Del mismo modo, abre ventanas para el avistamiento de caminos posibles para el escape de la dualidad —bueno/malo—, entre ellos; el arte, el juego y el humor cómo herramientas de resistencia que enfrentan al poder. Apuesta creativa impulsada por el camino andado por Bastiaan Buijs, Mea Culpa muestra objetos sexuales o juguetes eróticos con el fin de que no permanezcan guardados, escondidos —ocultos—. Descargándolos así, del peso emocional moral vergonzoso de la culpa acunada en la doctrina cristiana, y el concepto de pecado original, y de esta manera se vuelvan vivencias menos conflictivas. Es desde este universo, que Galeano propone y crea una estética que no se centra en los objetos de placer —tecnologías sexuales— en conversación con los objetos de culto religioso, por el contrario, a mi parecer muestra lo encubierto, la importancia de comprender, más exactamente, de preguntarnos sobre la historia personal, familiar y social que se orienta en lo ritual, la transgresión y la ruptura del tiempo. Otra manera de reflexionar el cuerpo, las creencias, la mente y el espíritu como tejido interconectado capaz de darse cuenta de que somos seres únicos, existimos y nos comunicamos en comunidad.

Mea culpa, da voz a la palabra encarnada en los silencios del yo. Es a su vez, manifiesto creativo que necesariamente insta a la denuncia, no volverse cómplice del encubrimiento de procedimientos de control que aprisionan y limitan el conocimiento de y sobre una misma. Dar paso a la responsabilidad de hacernos cargo de las heridas propias y de comunidad, entre ellas, las producidas por la culpa y la vergüenza. Atenuar el desprecio del propio cuerpo, conociéndonos a nosotrxs mismxs a través de elaborar una historia propia de los orígenes del sufrimiento. En resumen, se hace referencia a una conversación dirigida a reflexionar, la propia existencia que recuerda su incesante estar siendo dentro de lo colectivo —imparable/migrante—, incluso en estos tiempos actuales de incertidumbre que vivimos de pandemia, crisis medio ambiental y humanitaria, neoliberalismo, incremento de inequidades y violencia estructural, entre otras—.

Por otro lado, hace referencia al tiempo mítico e histórico, manifiesto cuando se recorre la vida propia desde sus respectivas estaciones. Ineludiblemente recuerda el enfrentamiento de territorios desconocidos cuando se emprende el viaje que nos confronta con los propios miedos, puesto que se vuelve a pasar por el corazón lo vivido acallado, doloroso o miserable: aquello que posibilita escudriñar la conciencia moral en acto autorreflexivo. En particular, la culpa como dispositivo para reparar el daño causado por otras personas o la causada a otras. También como mecanismo de control, castigo, (auto), disciplinamiento arraigado en nuestras vidas por medio del sometimiento y sus implicaciones subjetivas.

 

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A saber, durante el llamado “descubrimiento” y “conquista” de Nuestraméfrica caribe, ladina (Leyla Gonsales), la subordinación y la jerarquización de valor de los cuerpos, muy probablemente se relacionó con la manera en que la Cristiandad se confrontaba y confronta con el Otro / los Otros: sus valores, creencias, temores, relaciones y prácticas sociales, sin olvidar, el peso subjetivo de cómo se vivía y se moría. Doy relevancia al acto de detenernos desde el afuera, escapar de la mirada de aquellxs que han contado la historia, es decir, supone observar el paisaje desde el lugar de la gran mayoría de lxs sin historia —sin relato— protagonistas de: masacres, el exterminio, el genocidio y la esclavitud, primero amerindia, posteriormente proveniente de África, como tiempo después de Asia y otros territorios. También implica un acercamiento a la compasión, piedad y liberación del propio cuerpo y el colectivo.

Imágenes y símbolos se activan y proyectan desde el pasado en viaje hacia el nacimiento de condicionamientos marcados por el silencio y ausencia de representación, sin limitarlo al orden de lo sexual, que es también del orden del poder; sociales, raciales, políticos y afectivos. En este sentido, se afronta el miedo en acto performático ritual, el cual, crea un espacio para la expresión cuando se descorre el velo que cubre el propio cuerpo ausente de palabra. Signos que representan lo no dicho y hacen estallar la repetición del miedo y vergüenza original que atraviesa la piel. Como si el pasado fuera un indicio del futuro que no se sabe que es, ni lo que podrá ser el cuerpo más allá de la sexualidad, el color de piel y su capacidad productiva/reproductiva/deseante, es decir, atrevernos a mirar su potencia transformadora y creativa.

También, Mea culpa es recorrido que necesariamente apela a detenerse, y de esa manera escuchar la voz del silencio, atendiendo lo que Juana Pavón expresa respecto a nosotras esas sujetos; somo las que estamos paradas en el tiempo y latimos… latimos… latimos! Ralentizar el ritmo acelerado de la vida que aprisiona, es mirar el ahora revisitando el pasado desde el cuerpo vivido, soñado, deseado, despreciado y temido. Ruta que posibilita el reconocimiento, experimentación y expresión para pensar otras maneras de relacionarnos con el propio cuerpo y el colectivo, agenciando que el miedo y la vergüenza florezcan gozosas de existir.

Puede que, la llegada de la pandemia provocada por el COVID-19 y su impactó subjetivo —su repercusión y alteración del (des)orden sociocultural neoliberal, político del país y el planeta/aldea mundo— evidencie maneras Otras de relacionarnos con el propio cuerpo; rituales que den cuenta del cuidado, el temor o repudio que puede sentirse hacia el mismo. De este modo, la propuesta de Julia Galeano altera el sentido del tiempo newtoniano de uniformidad —objetivo y universal—, desde el momento mismo que nos confronta a mirarnos. Incluso, afecta el sentido del espacio a través del viaje, puesto que todo viaje posee una dosis de misterio. Se vuelve necesario recordar que el misterio refiere a un secreto que es desconocido hasta que se le revela. De esto la relevancia de las palabras de Nestor A. Braunstein cuando dice: «La virginidad de María Santísima no es un tema para los historiadores; si lo es la creencia en ella».

 

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En definitiva, Mea culpa invita a pensar el viaje interior como medio de conocimiento propio y social, aun cuando implique transitar los más profundos silencios archivados en la memoria del cuerpo. Atravesando este camino, posiblemente avistemos la libertad para vivir, como apuntó Joseph Campbell. Bien decía Louise Bourgeois, que todos los días una tiene que abandonar su pasado y aceptarlo y, si no se puede, hacerse escultor(x). La sola idea de pensarme como escultora me ha conducido a las palabras de Kathy Munguía respecto a la escultura en piedra y su rasgo distintivo; ritual iniciático de sacar a la luz una figura de un bloque, quitar material al mismo tiempo que, en el proceso mismo, se descubre lo que se encuentra adentro de ella.

Mi primer acercamiento a las obras de la exposición Mea culpa, me generaron una cierta incomodidad, la representación fálica rectora en el paisaje del conjunto de obras se me presentaba imponente, especialmente en los dildos, tecnologías sexuales utilizados para la penetración vaginal o anal. Imágenes reconocidas por todxs, el signo más representado en las paredes de todo el mundo, mucho más que el símbolo de la cruz, afirmación que escuché decir al artista urbano Fasim. Como acertadamente preciso Julia Galeano: estos objetos tienen historia y al ponerlos todos juntos —posible de observar en los bodegones—, producen una nueva conversación. Así fui escuchando, mirando y sacando material del bloque de piedra fálica para trabajar en mi escultura. Mirada que comenzó a preguntarse ¿qué nos dicen las tecnologías sexuales sobre la culpa, el cuerpo, el placer, la vergüenza y el poder?

Los primeros bodegones surgen como representación de objetos y productos naturales que habitaban espacios privados como gabinetes e incluso domésticos como alacenas, despensas, cocinas, estas últimas también ligadas al mundo del conocimiento, a los primitivos laboratorios experimentales, allí donde antes de la implantación de los espacios públicos para la demostración y la exhibición, la ciencia moderna comenzó su andadura en la intimidad de los lugares cerrados, herméticos. (Juan Ramón Marcaida y Pimentel)[2]

Conversando con Julia y Bayardo, pude darme cuenta de que mi mirada, en su primer momento de encuentro con los juguetes sexuales, se dirigía exclusivamente al peso de la representación de lo fálico. La mente patriarcal que, a decir de Claudio Naranjo, subyace al problema —violencia, desmesura, insensibilidad— patriarcal de la sociedad, caracterizada por relaciones de dominio-sumisión y de paternalismo-dependencia.  Consecuentemente, mi mente patriarcal-racista-heteronormativa evidenciaba la carga ideológica que subyace socialmente —emociones, ideas y creencias colectivas—. Adoctrinamiento de la moral religiosa-social-conservadora y familiar, mostraba la efectividad del control de mi existencia por medio de la propia subjetividad.  Fue la conversación en comunión, comunidad, cuidado y afectos, lo que favoreció la posibilidad de mirar otras imágenes o diseños de estos objetos artificiales —robot— proveedores de placer representados en las obras.

Al mismo tiempo, se presentó la reflexión colectiva dirigida al contexto hondureño, los reducidos espacios para el acercamiento a temas como lo son las prácticas sexuales, sobre todo cuando las propuestas son desarrolladas por grupos disidentes, las violencias por medios sexuales, encubiertas. Su estigmatización reduce su reflexión, se normaliza el disciplinamiento y se silencia la afectación social que hace posible la modificación del imaginario. Como bien sabemos, la vergüenza oculta y puede llegar a expresar altos grados de violencia. De ahí que hace bien recordar que el centro de la cultura es el cuerpo, al mismo tiempo que invita a interrogarnos, como manifestó Lohana Berkin, activista travista argentina: «¿existe un cuerpo? ¿quién determina el cuerpo: la farmacología, la psicología, la psiquiatría, la tecnología, la mercadotecnia? ¿qué entendemos por cuerpo?»

Tres grandes tópicos son posibles de observar en Mea culpa: por un lado, cuerpos plurales —sexuados, generizados y racializados— en tránsito permanente y, el derecho humano al placer y la sexualidad; por otro, tensiones entre lo ético-moral-político en las doctrinas religiosas respecto al control del cuerpo, su vínculo con las relaciones de poder y la religiosidad popular; finalmente, el juego por medio de tecnologías sexuales desde las cuales reflexionar sobre el placer, la muerte, el amor romántico que tanto daño, sufrimiento y muerte arrastra, fundamentalmente en lo que respecta la dimensión de las apuestas creativas para la vida, desde su fuerza liberadora y sanadora. Todas ellas, puntualmente adscritas en las composiciones formales de los grabados: “El Rosario” (2017); “Varita Milagrosa” (2017); “Juegos Sagrados” (2017).

En definitiva, Mea culpa invita a pensar el viaje interior como medio de conocimiento, propio y social, aun cuando implique transitar los más profundos silencios y secretos archivados en la memoria del cuerpo. 

 

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Un viaje al mundo interior. Narrar los silencios y la culpa

…solo es posible comprender la historia de Honduras abarcando las dimensiones de la esfera privada e interior del mundo histórico de la mujer; como demandó Leticia de Oyuela (2001), creando un «espacio que invada el ámbito de sus motivaciones y establezca una visión integral del conjunto de su experiencia histórica como mujer, desde la clara afirmación que la información sobre las mujeres es necesariamente la información sobre los hombres».[3]  Leticia de Oyuela

Los bodegones suelen surgir a partir de objetos que tengo en casa, y que he ido recogiendo de mis viajes, subrayó el fotógrafo Toni Catany. Igualmente contó que, en sus fotos mezcla recuerdos y experiencias: «fue la nostalgia de los lugares que me llevó a hacer bodegones. Al respecto, Juan Ramón Marcaida y Pimentel, hacen referencia a la incertidumbre provocado por el juego entre la vida y la muerte en los bodegones, por lo que mostrar esta maniobra, deja ver el artificio: «Naturalezas tranquilas, calladas, mudas silenciosas o muertas: lo que estos cuadros recogen es un momento de tránsito, un intersticio crucial entre lo animado y lo inanimado…la naturaleza no está más inanimada en ningún otro lugar que en los cuadros».

Con la intención de acercarme a las obras de Julia, en particular los bodegones desde su composición y uso del grabado como técnica, se destaca que el bodegón es conocido también como naturalezas muertas; pinturas que representan flores, frutas, pescados, manteles y artefactos de cocina que representan escenas de la vida cotidiana. En este sentido, el grabado, más allá de pensarse a partir de la repetición y la serialidad, para Julia se relaciona con lo ritual; el tiempo a solas, la precisión en la secuencia del proceso técnico, el inicio con el manejo de los ácidos, intervenir la placa, la imagen y la impresión, que dan cuenta de largos y detallados procesos como lo es el ritual de autocomplacerse —masturbarse, autosatifacerse—.

En Mea culpa, los objetos sexuales son representados en bodegones desde su entidad de materia muerta; fragmenta el tiempo al insertarse en otro espacio y temporalidad, visto que trastoca memorias cargadas de tradición y lo ritual. Conversando con Julia Galiano, señaló que al interior de este proceso hay algo de encapsular imágenes a través de estos objetos modernos que también son antiguos, por lo que mostrarlos en otro formato agencia la libertad que las personas puedan sacarlos de las celdas mentales con mayor facilidad. Los objetos guardados en gavetas adquieren un valor, son dotados de importancia. Desde un sentido político-tecnológico-sexual de placer, se transgrede la norma del silencio y provoca un cuestionamiento a los códigos que regulan el imaginario colectivo. Sobre todo, cuando nos damos cuenta de que dichas tecnologías sexuales son objetos muertos capaces de dar vida: placer y goce. Al tiempo, invitan a la sospecha, recordando que el patriarcado posee recursos para apropiarse y neutralizar los cambios que dirigirían las premisas respecto a la autonomía del cuerpo.

 

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Sumaría a esta lectura, un acercamiento al grabado como huella de la cicatriz de una herida, expresamente, cuando se hace referencia al grabado y la incisión sobre la plancha, inscrita con un buril. Johanna Montero Matamoros, me invita a recordar sus palabras cuando dice que grabar es labrar un texto, dibujo o figura … Grabar es fijar cierta cosa, como un recuerdo o una impresión fuerte, en la mente o el ánimo de alguien. Dejar huella, crear una impresión profunda y duradera en alguien, como lo hace un acontecimiento, un esfuerzo, una emoción. Es recuperar la memoria.

Los primeros bodegones surgen como representación de objetos y productos naturales que habitaban espacios privados como gabinetes e incluso domésticos como alacena, despensas, cocinas, estas últimas también ligadas al mundo del conocimiento, a los primitivos laboratorios experimentales, allí donde antes de la implantación de los espacios públicos para la demostración y la exhibición, la ciencia moderna comenzó su andadura en la intimidad de los lugares cerrados, herméticos. (Juan Ramón Marcaida y Pimentel)

En contraste, la acción lúdica propuesta en Mea culpa, puede ser mirada a partir del desafío de atrevernos a realizar el arriesgado viaje de mirarnos a nosotrxs mismxs y reflexionar sobre las tensiones que generan las tecnologías sexuales que producen placer y culpa social. También, me gustaría destacar el peso que adquiere lo lúdico como espacio de libertad, al respecto Julia Galeano apuntó lo siguiente:

 «Cuando empecé con los primeros bodegones hice mil pruebas y tomé mil fotografías de los objetos que se veían bien; cuales eran los objetos menos reconocibles, ¿qué objetos tenían esa luz? ¿por qué? ¿era plástico duro? ¿cómo se orientaba la luz, cuando ponía los reflectores?... Creo que fue un proceso artístico centrado en ver como jugaba la luz con los objetos, como interactuaba de mejor manera la luz».

Lo anterior puede suponer un acto significativo, puesto que, las imágenes adquieren valor por su representación prohibida —visibilidad de lo invisible— en tanto objetos sin vida y naturalezas muertas que recuerdan la capacidad fagocitadora del capitalismo. En este sentido, la batalla se centra en que la luz no sea absorbida por la oscuridad, subrayando la posibilidad de suponer una interconexión de la culpa con la sensación de vacío existencial y la angustia de vivir que se expresa en el sentimiento de no pertenencia. En este sentido, atreverse a mirarnos en un Otro que es el conjunto comunitario/unidad, quizá, nos acerque a buscar la unión de fragmentos de espejos rotos que den sentido a una realidad fragmentada. Territorio acogido en piel que envuelve el cuerpo social como posibilidad para vernos integralmente.

Mea culpa, pensada como viaje interior, medio desde el cual se adquiere conocimiento, es búsqueda y escape que indaga el Otro para encontrarse a una misma. Son doce las estaciones que componen el recorrido por la exposición; del lado derecho de la Sala se encuentran ubicadas las piezas de grabado; I. El rosario, II. Divina abstinencia, III. Gloriosa succión, IV. Gula Santa. Al fondo vigilan los bodegones V. Varita milagrosa y VI. Juegos sagrados. Del lado derecho, se ubica la instalación VIII. Pide se os dará +, junto a la serie de grabado IX. Pureza y la instalación X. Leche en polvo… polvo en leche (instalación). Finalmente, en el centro de la sala se encuentran las instalaciones; XI. Dulce penitencia y XII. Pide y se os dará.

 

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Reiterando lo dicho anteriormente en este tejido: En definitiva, Mea culpa invita y es a su vez pretexto para atrevernos y comenzar a hacernos cargos de la propia vida. Batalla cultural, a la que tantas veces hizo referencia Leticia de Oyuela, batalla que implica realizar el viaje a las profundidades de nuestro espíritu como medio de conocimiento, propio y social, aun cuando implique transitar la profundidad del silencio y los secretos archivados en la memoria del cuerpo. 

 

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393644242 743783747776739 5562324487026437210 n3Julia Galeano es una artista hondureña, nacio en Tegucigalpa en 1990. Obtuvo su licenciatura en Artes Plásticas de la universidad de Parsons, The New School for Design y recibió su maestría en Artes Plásticas con especialidad en Grabado de la Universidad de Pratt, ambas localizadas en Nueva York.

Su producción artística más reciente discute estigmas negativos en torno al cuerpo y su sexualidad, con el propósito de generar conversaciones sobre un tema que normalmente se considera vergonzoso y suele ser censurado. A través de su arte, Galeano busca desafiar las normas sociales y los prejuicios que rodean la sexualidad y el cuerpo. 

En su trabajo, Galeano utiliza una variedad de técnicas y materiales para  crear obras provocativas que a menudo desafían las convenciones culturales y sociales. Galeano ha realizado exposiciones grupales e individuales en Honduras y en Nueva York. Ha colaborado con Mujeres en las Artes y ha sido artista invitada a varios eventos incluyendo la Trienal Latinoamericana de Grabado en Nueva York del 2022.


 

 

 

 

 

 

 

 

Pie de Página
[1] Galeano, Julia María (2018). “A record of an exhibition of sculputure entitled Mea Culpa with a Corollary Statement”. Thesis Master of Fine Arts School of Art. Nueva York: Pratt Institute.
[2] Marcaida, José Ramón y Juan Pimentel (2014). “¿Naturalezas vivas o muertas? Ciencia, arte y coleccionismo en el Barroco español”, en ¿Naturalezas vivas o muertas?: Ciencia, arte y coleccionismo en el Barroco español - Dialnet (unirioja.es), p. 155-6. 
[3] Dobinger, Josefina. Cartografías del alma. El cuerpo como archivos vivos de la memoria”. Tegucigalpa, MUA, 2016https://issuu.com/publicacionesmua/docs/cartografiasv3

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