Josefina Dobinger - Álvarez Quioto | Austria – 2022
La propuesta expositiva de Juliana Fuenzalida; Luces y sombras en el laberinto del tiempo, es para la Sala mujeres del arte contemporáneo SMAC-MUA, sobre todo, una apuesta política/afectiva/estética/ética que invita a realizar un viaje autorreflexivo que (re)corre el velo que oculta lo ausente en una zona de peligro, para la que no hay palabra. Lugar desde el cual, se alumbran las sombras, esclareciendo y ampliando nuestra percepción respecto a los derechos culturales, la memoria, los silencios, la dignidad, las relaciones de poder y las violencias naturalizadas e invisibilizadas en las que se ven inmersas mujeres y sectores marginalizados, particularmente, artistas y creadoras.
A su vez, es una ofrenda, ritual que (re)visita una multiplicidad de tiempos y espacios, que convoca a la siguiente interrogante ¿es posible sacar luz de un pasado oscuro para completar “La historia”; reconociendo y pensando que ha habido muchas mujeres que enfrentaron silencios, indiferencias, sumisión, represión, daño y pena a su espíritu creador, como señala Fuenzalida?
Reconociendo, que el pasado siempre está sucediendo, las huellas de experiencias vividas por creadoras a las que la artista coloca un rostro hacen referencia a una narración contada al revés. Una historia imaginaria e imaginada que parte de la historiografía oficial eurocéntrica como espejo y, por tanto, transcurre en la encrucijada del tiempo que nos acerca al ahora de la cintura de Nuestra América. Aún más, se interroga ¿puede el cuerpo, archivo vivo de memoria, que busca en el pasado lo no revelado[1], dar voz a creadoras invisibilizadas al interior de la colonización historiográfica, como apunta Rita Segato (2019)? es decir ¿qué nos han entregado, o nos entregan en el presente las creadoras desde su potencialidad creativa en libertad?
En virtud de este ejercicio introspectivo, se vuelve necesario cartografiar los tiempos actuales; el ahora, entendido como incerteza que nos supera, tal y como aconteció y acontece con la pandemia provocada por el coronavirus, las catástrofes naturales y humanas, la actual coyuntura del conflicto bélico que sobre sale, pero no opaca las implicaciones cotidianas de las guerras silenciadas y silenciosas que acontecen en este nuestro territorio y planeta mundo, incluidos los sucesos que marcan la realidad hondureña. Entre ellos, las masacres y el incremento de violencias contra mujeres, las infancias, juventudes, los feminicidios y la ruptura del tejido social.
Quien no cree en la magia nunca la encontrará[2].
Luces y sombras en el laberinto del tiempo avista un horizonte proyectado por el reflejo de huellas veladas de 7 mujeres creadoras, posicionadas en la actualidad como pioneras en diversos campos del conocimiento y la creación. En la lejanía de los tiempos y paisajes de occidente a los que pertenecían, transitaron invisibilizadas, ignoradas, infravaloradas y silenciadas. Algo no inocente, a saber, sus creaciones transgredían y desafiaban los cánones estéticos, morales y sociales, instaurados al interior de un orden político de poder patriarcal, a la luz de Rita Segato: configurado por un sistema colonial de pensamiento eurocéntrico y racista. Orden, sostenido en la jerarquía y valor de los cuerpos, sus saberes, conocimientos, productos y paisajes que habitan, presentes hasta hoy día.[3]
A través del grabado, la escultura, el lenguaje poético, el tatuaje como herida que altera y modifica la piel y la ingeniería, Juliana Fuenzalida diseña un lugar para la memoria y la introspección. Es decir, una propuesta para la vida y un espacio en el que se ejerce el derecho a la expresión creativa/cultural, como reza la consigna de Mujeres en las Artes (MUA). Un sitio en construcción y reparación constante, en el que hay espacio para el duelo, la creatividad, la desobediencia y el juego lúdico; llamado a recordar que nos encontramos continuamente en presencia de una línea de peligro. Frontera, en donde se enfrenta la batalla por el derecho a ser y la identidad, es decir, ser quienes sentimos y queremos ser. Respecto a su propuesta artística, Juliana señala lo siguiente:
Esta muestra, mira hacia la penumbra del pasado de las mujeres que fueron relegadas a la oscuridad de su tiempo; …excluidas no solo en vida sino de la historia, sus logros han sido invisibilizados en las enseñanzas escolares y en consecuencia de la sociedad actual. Su exclusión repercute en nuestro presente, dejando heridas a través de generaciones. (Juliana Fuenzalida)
En efecto, la memoria, que necesariamente atraviesa el territorio/cuerpo, hace referencia a una lectura a contrapelo de la historia y la cultura, lo que la artista también llama “Tiempo a contraluz”: ejercicio de traducción codificado a la inversa, al revés. Refiere a la inversión del lugar desde donde se mira, y de esta manera ilumina todo lo que queda afuera; los individuos y grupos que no han tenido o podrían no tener lugar en la historia. A su vez, este sitio en construcción es un plano que desordena el orden para dotar de significado a la realidad. Para ello, Juliana realiza un acto mágico, ejercicio de memoria en el que examina las huellas veladas de mujeres inscritas en el pasado.
Como el tatuaje en la piel marca el cuerpo del sujeto; acompaña sus ritos de paso incluyéndolo en la comunidad[4]: Hipatia (filosofa/científica, Grecia 355/700 – 415/16); Sabina von Steinbach (Escultora, Maestra constructora, finales del 1200); Fanny Meldelssohn (compositora musical, Alemania 1805 - 1847); Hilma Af Klint (pintora, Suecia 1862 - 1944); Alice Guy (cineasta, Francia 1873 - 1968); María Lejarraga (escritora, España 1874 - 1974); Hedy Lamarr (Actriz/inventora, Austria 1914-2000, Florida).
Vale decir, que las 7[5] placas acrílicas intervenidas a punta seca en la que se representan las imágenes de las creadoras arriba nombradas, se inscriben en un plano de temporalidades y espacios múltiples. Una vez que se juntan sus sombras, como acontece si pensamos en la posibilidad de que el tiempo se vea ante el espejo, se revela lo no dicho, fracturando así, las fronteras del tiempo / espacio. Dicho de otra manera, se hace fisura en el sistema de poder y abre espacio para el dialogo. Conversación posible, por intermedio de una escultura que nos acerca a la realidad del contexto que describe el paisaje sociocultural hondureño y una octava placa en donde el público, asistente a la exhibición deja su propia huella.
Así, Fuenzalida invita a que examinemos nuestras propias historias, en vinculación con la realidad hondureña y chilena, lugar actual de residencia de la artista. Valga como ilustración, el articulo número 5 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, y los compromisos adquiridos por los Estados miembros del pacto internacional de derechos humanos.
Art. 5. Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres.
Por otro lado, y como diría Leticia de Oyuela[6], este sitio en construcción y reparación constante es un espacio, un canto a nosotras mismas, como canta el poema de Laura García Renart, en el que las reflexiones respecto a la invisibilidad histórica de las mujeres, no se limita a “una cuestión femenina”. Muy por el contrario, los estudios sobre la realidad requerirían entretejer la cotidianidad en la que se ven inmersas las mujeres, las tareas fastidiosas, sus humillaciones, la violencia que ejerce y contra ella se ejerce como termostatos de los conflictos sociales, y de esta manera evitar el reduccionismo de los problemas, a la luz de doña Lety, como cariñosamente llamamos. Incluso, sería necesario dejar de tratar dichas exploraciones como “problema” de las mujeres, en virtud de Linda Nochlin, habida cuenta de que somos sujetas con igualdad de derechos, asumido con compromiso.
En consecuencia, hacernos cargo de una realidad que afecta a la sociedad en su conjunto conduce a reflexionar sobre el acceso a la justicia en todas las esferas de la vida, en clave de derechos culturales desde la mirada de mujeres creadoras. Por ello, este espacio también puede pensarse, como lugar reparador, ya que parte de la premisa señalada por Juliana Fuenzalida; somos seres de luz, en cuanto que, todos los seres humanos brillamos en nuestro interior: Busco reflejar la existencia velada de mujeres creadoras a través de su imagen usando la luz, y así darles voz a estas sombras y dejar ver sus pulsiones que iluminan nuestro futuro desde la oscuridad del tiempo. (Juliana Fuenzalida)
[1] Ver Rita Segato (2019). “Memoria, violencia y colonialidad”. Panel 4: Memoria, violencia y colonialidad / Grüner, Segato y Sarr - YouTube
[2] Palabras dichas por el escritor Roald Dahl.
[3] Ver sobre la colonialidad del poder saber en Rita Segato, Entrevista a la Dra. Rita Segato - La colonialidad del saber - YouTube
[5] Serán 7 mujeres porque esa cantidad ha sido conocida por ser un numero místico y sagrado que busca la verdad y revela los misterios detrás de las cosas. Representa la materia dominada por el espíritu, simboliza la finalización cíclica y la renovación, el 7 está en todo.
[6] Oyuela Leticia (1993, 2007). Mujer, familia y sociedad. Segunda edición actualizada hasta el 2000. Tegucigalpa, Guaymuras. p.14
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El registro de estas obras fue realizado por el artista Paúl Martínez.
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Mi proceso creativo se basa en la observación y sensación.
Transformo mi pensamiento a través del arte cambiando constantemente técnicas, formas de ver y sentir. | @juliana.fuenzalida