Mujeres insignes en la historia de Honduras: un homenaje visual a su vida y a su obra

Paúl Martínez[1] 


Leticia de Oyuela: la historia como guía y misión de una vida

Leticia de Oyuela firmó todos sus libros y artículos quien tuviera como nombre de pila Irma Leticia Silva Rodríguez, nacida el 20 de agosto de 1935 en la ciudad de Tegucigalpa. Si bien es cierto su formación académica inicial es en derecho, posteriormente realizó estudios de arte en España e Italia, encontrando en estos temas la pasión por la tan necesaria construcción de la historia del arte y de la cultura hondureña, temáticas en las cuales nos ha legado un invaluable aporte hasta ahora no igualado. Helen Umaña de ella escribió: «A Leticia de Oyuela la mueven dos pasiones acerca de las cuales no es dable establecer prioridades: amor por el arte y fascinación ante la historia. Y como es heterodoxa y desprejuiciada, amalgama la visión racional con la intuitiva-emocional...» (Umaña, 2007, solapa del libro El Naif en Honduras).

Una joven Leticia de Oyuela posa en una típica fotografía
Una joven Leticia de Oyuela

Una joven Leticia de Oyuela posa en una típica fotografía en una de las reproducciones mayas en el parque La Concordia de Tegucigalpa. En esta serpiente emplumada de Chichen Itza, fue común durante mucho tiempo tomarse exactamente la misma fotografía para varias generaciones de capitalinos. Esta imagen es una reproducción fotográfica hecha por Evaristo López Rojas en película negativa blanco y negro formato 35mm en 1990

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Leticia de Oyuela además de su profusa producción editorial, desempeñó un importante papel en la vida artística y cultural de nuestro país y de nuestra universidad, siendo para la segunda mitad de la década de los sesenta responsable del Departamento de Extensión Universitaria. En sus propias palabras, así describe ella uno de sus múltiples legados:

En 1970, Clementina la vagabunda, la que nunca quiso tener casa, como ella decía, recibió el homenaje de la Universidad que fue en el fondo un homenaje tardío. En ese momento yo era Directora de Extensión Universitaria, en busca de algunas verdades que han quedado sumergidas en el papel, documentos olvidados en la memoria generacional, y rebuscando en viejos armarios encontré el protocolo de las tenidas académicas, que se promulgó siendo aún Rector el Presbítero José Trinidad Reyes, y un segundo protocolo posiblemente redactado por José Antonio López Gutiérrez, alias Campanillo, a finales del siglo XIX, cuando éste trata de insertar en la Universidad la Academia de Ciencias y Letras, que vigorizaba esas tenidas, con justo homenaje a hombres que habían dedicado su vida a las ciencias y a las letras.

Estas fueron las razones que me llevaron a revitalizar esa idea de conectar a la vieja Universidad con la sociedad, y sobre todo, con las protagonistas de la escasa vida social hondureña. Así fue como, influenciada tanto por Ramón Oquelí como por Medardo Mejía, pensamos en publicar una estricta selección de la obra poética de Clementina que salió a la luz pública con el título de El poeta y sus señales y otro ejemplar más dedicado a conservar las opiniones, en especial los juicios valorativos de la personalidad y obra de la poeta. Edición que contaba, además, con una estricta selección de aquellos retratos en los que diferentes pintores habían utilizado el rostro de Clementina para expresar su visión de ella (Oyuela, 2024, p. 75, citada en Flores López, 2024, p. 75).

También en su gestión organizó la exposición Sala de las tres culturas, inaugurada la noche del 28 de mayo  de 1969 en el edificio de Bibliotecas de la Ciudad Universitaria José Trinidad Reyes de nuestra institución, un evento que reunió arte precolombino, colonial, republicano y contemporáneo como pocas veces se había visto en nuestra historia cultural. El jueves 3 de julio de ese mismo año presentó la exposición del artista Gelasio Giménez, viéndose truncada su visión de una universidad referente del arte y de la cultura nacional por los terribles sucesos de la guerra entre Honduras y El Salvador que estallaría apenas días después en ese fatídico julio de 1969.

Sala de las tres Culturas
Sala de las tres Culturas

Una parte de la Sala de las tres Culturas, hacia el centro el cuadro de Pablo Zelaya Sierra titulado La cabra, de este mismo pintor también se exhibió la obra La niña de la fuente, ahora conocida como La muchacha del huacal. Autor desconocido, 1969, copia en papel fotográfico blanco y negro 14 x 9.25 cm

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Gelasio Giménez
Gelasio Giménez

Gelasio Giménez captado en su estudio del barrio La Hoya en Tegucigalpa, seguramente pintaba una de las obras que exhibiría en su exposición en nuestra universidad de julio de 1969. Autor desconocido, copia en papel fotográfico blanco y negro 9.7 x 12.7 cm

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Para inicios de la década siguiente, funda la Editorial Nuevo Continente y la Galería de Arte Leo, desde donde apoyó el arte y la cultura nacionales. Al impulsar esta Editorial y la Galería de Arte, dinamizó la creación literaria y artística del país en la década de los setenta, un aporte que quizá no ha sido lo suficientemente estudiado hasta la fecha, solo basta leer el nombre de quienes trabajaron en su idea original como taller colectivo: Miguel Ángel Ruíz Matute, Arturo Luna, Juan Ramón Laínez, Gelasio Giménez, Ezequiel Padilla Ayestas y Alma Sagrario Flores Colindres. Estos artistas presentaron un manifiesto que en uno de sus puntos decía «La obra de arte -esa creación no siempre racionalizable- tiene la propiedad de independizarse de su autor tan pronto ha sido ejecutada y se hace pública. Es del artista mientras no está acabada, pero una vez acabada le deja de “pertenecer”, se vuelve universal» (Oyuela, 2010, p. 268).

En los siguientes años Ruíz Matute, Gelasio y Luna exponen en sus espacios y en distintos salones del país y del extranjero, Guillermo López Rodezno, Ricardo Bográn, Teresita Fortín, Juan Ramón Laínez y María Talavera Williams también exponen. Ezequiel Padilla Ayestas presentó su primera muestra individual: El transporte colectivo, igual hizo su debut artístico Roque Zelaya. Esta es solo una sucinta lista de las muestras que desde la Galería de Arte Leo fueron exhibidas, y solo con esta reducida selección podemos inferir que lo más representativo del arte hondureño del siglo XX ahí estuvo presente. Pero como suele suceder, el transcurrir del tiempo y la carencia de bibliografía que recuerde o valore estos legados hace que las sociedades poco a poco los olviden o los releguen, es algo que en el caso de la mujer se exacerba y que ha sucedido a lo largo de la historia humana, máxime en temas del arte: Artemisia Gentileschi o Luisa Roldán son ejemplo amargo de ello, prodigiosa pintora la primera, excepcional imaginera la segunda, ambas minimizadas e invisibilizadas por siglos de historias del arte oficiales inclinadas hacia la valorización del artista hombre y el menosprecio a la artista mujer.

Oscar Acosta, Leticia de Oyuela y Alberto Fuentes Mohr
Oscar Acosta, Leticia de Oyuela y Alberto Fuentes Mohr

Oscar Acosta, Leticia de Oyuela y Alberto Fuentes Mohr cuando éste les firmaba su obra Secuestro y prisión: dos caras de la violencia en Guatemala. Autor desconocido. Ca. 1971. Copia en papel fotográfico 18 x 11.4 cm

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Leticia de Oyuela bajo el auspicio del Banco Atlántida publicó en 1995 el libro La Batalla Pictórica. Síntesis de la Historia de la Pintura Hondureña, un ambicioso y necesario recorrido por el arte hondureño desde tiempos prehispánicos hasta finales del siglo XX. Con el transcurrir de los años, la autora vio la necesidad de ampliar ese aporte e incluir también la primera década del siglo XXI, ampliando también la cantidad de obras y autores de los que se publicaron en el libro original de 1995. De ahí nace la idea de una segunda edición corregida y aumentada que se concretó en el libro Constructores artísticos entre siglos, un recorrido por la pintura hondureña desde sus orígenes hasta la actualidad, la publicación de arte hondureño mas completa que se ha editado hasta la fecha, un verdadero hito en la historia del arte a nivel país.

Constructores artísticos entre siglos, un recorrido por la pintura hondureña desde sus orígenes hasta la actualidad
Constructores artísticos entre siglos, un recorrido por la pintura hondureña desde sus orígenes hasta la actualidad

Portada del libro póstumo de Leticia de Oyuela titulado: Constructores artísticos entre siglos, un recorrido por la pintura hondureña desde sus orígenes hasta la actualidad, publicado en el año 2010 por Grupo OPSA

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«La polígrafa Leticia de Oyuela también privilegia a todos aquellos autores, escultores y pintores que participaron, con su creatividad, en la historia del arte hondureño. Sus nombres aún permanecen en el olvido tanto por la desmemoria institucional como por la falta de curiosidad documental, que ha llevado al desconocimiento de muchos artífices de nuestra identidad.» Las palabras anteriores las ha expresado Isolda Arita en la solapa del libro El Naif en Honduras y describen mejor que nadie el legado de la autora de veintiséis libros cuyos temas han versado sobre arte, cultura o economía, vistas desde una óptica histórica que les dan un mayor valor como testigos de tiempos pretéritos y que nos permiten ahora en el presente comprender mejor nuestra evolución tanto como sociedad y también como nación.

En el prólogo a la segunda edición del libro La batalla pictórica arriba referido, Leticia de Oyuela nos manifiesta que: «Percatarnos de esta evolución histórica (y sus crisis) es vital para el futuro del arte hondureño y es a nosotros quienes nos compete establecer la conexión necesaria entre cultura y las ciencias que la definen, un puente que nos permita empezar conjuntar la imagen con el texto interpretado para acercarnos a la verdad, en una visión semiológica» (Oyuela, 2010, p. 11).

El Naif en Honduras
El Naif en Honduras

Portada del libro El Naif en Honduras. Fue publicado en el año 2007 por la Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y la Agencia Española de Cooperación Internacional

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Leticia de Oyuela nos legaría 26 libros de distintas temáticas, formatos y dimensiones. En el presente, al menos los libros que tratan de temas artísticos ya no es posible encontrarlos excepto en las bibliotecas institucionales o en algunas de carácter privado. Ante la ausencia de muchas de estas publicaciones o las dificultades que pueda presentar su accesibilidad, queda la duda siempre de si perdurarán en el tiempo, o les sucederá lo que la siguiente reflexión nos plantea:

Existen cientos de alfabetos o sistemas de escritura en el mundo. Pero el hecho de que a los humanos se nos ocurriese la genial idea de inventar un código de signos para dejar constancia de nuestra historia tampoco sirvió para dejar constancia de la historia de ese momento: aún no conocemos con seguridad cuándo y dónde se inventó el alfabeto (Yanes, 2024, p. 34).

Y precisamente para dejar constancia histórica de esa veintena de libros, creemos firmemente que es necesaria la publicación de una colección que reúna la obra completa de Leticia de Oyuela, tanto su producción editorial como también una exhaustiva compilación de sus ensayos publicados en prensa y revistas nacionales e internacionales, y estamos seguros que ha quedado en los archivos personales de la autora buena parte de material inédito, acervos cuya sola idea de su desconocimiento nos hace preguntarnos:

¿algo de lo que hacemos servirá en el futuro?

El título superior es la pregunta con la que el colectivo danés Superflex humanizaba a moscas pegadas a la pared en una exposición realizada en Madrid en el año 2024. Bjørnstjerne Christiansen, Jakob Fenger y Rasmus Nielsen fundaron este colectivo artístico en el año 1993 y su obra transgrede siempre el concepto del arte por el arte o la visión comercial del mismo. Quizá viendo la prolífica producción de Leticia de Oyuela y su lenta disolución en el vasto rincón vacío del olvido podamos hacernos la misma pregunta: ¿algo de lo que hacemos servirá en el futuro? Queremos creer que sí, necesitamos saber que sí. La historia relatada en cada escrito de Leticia de Oyuela ha servido y servirá a las generaciones presentes y futuras para entender nuestra evolución como sociedad en múltiples facetas y diferentes momentos de nuestra historia. Su motivación para escribir, Leticia de Oyuela la dejó escrita en el prólogo de su libro Constructores artísticos entre siglos: «Esperando que el público lector encuentre la necesaria congruencia entre el actuar social y la realidad artística, entregamos este trabajo para su segunda edición, con todo el afecto y dedicación de la autora» (Oyuela, 2010, p. 11).

Retrato de Leticia de Oyuela
Retrato de Leticia de Oyuela

Retrato de Leticia de Oyuela en el estudio de su residencia en el barrio La Ronda de Tegucigalpa, 1990. Fotografía por Evaristo López Rojas en película negativa blanco y negro formato 120mm 6x6 cm

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Excepto por el esfuerzo también titánico de Evaristo López Rojas y de Longino Becerra produciendo nueve libros sobre el arte nacional entre 1989 y 2002, la trascendencia del aporte de Leticia de Oyuela a la historia del arte hondureño no ha sido igualada hasta el presente, y ello pese a todas la facilidades que la tecnología actual permite, tanto en registro documental de las obras de arte, como en la producción y difusión de un libro o cualquier impreso, procesos que son infinitamente más sencillos de realizar en el presente que dos décadas atrás, cuando todo lo concerniente a las artes gráficas era mucho más complicado y con ello debía también lidiar quien deseaba ver publicados sus escritos, comentario que parece no tener mayor relevancia, pero para quienes hemos vivido el cambio tecnológico de las artes gráficas en lo que va del siglo XXI podemos ver esa facilitación de todos los procesos de producción implícitos en la creación de un libro. A todo lo anterior debemos sumar que la vida de Leticia de Oyuela no fue sencilla, las adversidades minaron su salud y la orillaron a vivir prescindiendo de su movilidad, era común el verla en cualquier evento cultural a los que asistía usando una silla de ruedas. Pero el infortunio no detuvo su pasión por la historia y su vehemente deseo de aportarle a su sociedad. Pese a ver disminuida su salud, la autora no detuvo su producción, más bien en el último cuarto de su vida se dedicó a publicar los libros que de ella conocemos, olvidando quizá con ellos su quebrantado estado de salud. Es sencillo decirlo, pero no podemos ni imaginar el esfuerzo sobrehumano que ello significó, de ahí también que se dimensione aún más su aporte a la historia nacional.

El día miércoles 23 de enero del año 2008 fallece Irma Leticia Silva Rodríguez de Oyuela en la misma ciudad que le viera nacer: su amada Tegucigalpa. Con ella queda atrás toda una época de esplendor del arte y de la cultura hondureña. Irónicamente, su último escrito publicado el sábado 12 de enero de ese 2008 sería una sentida despedida a Roberto Castillo -quien falleció el 2 de enero-, columna sabatina a la cual tituló Hasta luego, amigo mío, y al escribirla quizá no imaginaba que el mismo mes ella le acompañaría en tan ignoto camino. Pero esa publicación homenaje nos revela también su inquebrantable espíritu, ya que pese a su delicado estado de salud escribió dos columnas en ese enero fatídico para las letras hondureñas, la primera publicada el 5 del mes titulada No más leyes casuísticas y la segunda ya referida que fue dedicada a la memoria de Roberto Castillo el sábado 12. Mario Argueta -en una columna homenaje a ella dedicada a raíz de su deceso-, resume de mejor manera esta fortaleza por ella mostrada en sus dos últimas décadas de vida: «A medida que su salud física declinaba, su producción bibliográfica crecía, comprendiendo que libraba una guerra desigual contra el inexorable tiempo» (Argueta, 2008, p. 21).

Tegucigalpa, MDC, Ciudad Universitaria José Trinidad Reyes, 19 de febrero de 2025


Referencias bibliográficas

Argueta, M. (2008). Historiadora, crítica, editora, columnista. En diario El Heraldo, sábado 26 de enero de 2008. Año XXVIII. No. 9085. Tegucigalpa: Grupo OPSA. p. 21.

Flores López, O. Comp. (2024). Clementina Suárez: mujer y poeta. Tegucigalpa: Colección Erandique.

Oyuela, L. (2007). El Naif en Honduras. Tegucigalpa: Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y Agencia Española de Cooperación Internacional.

Oyuela, L. (2010). Constructores artísticos entre siglos. San Pedro Sula: Grupo OPSA.

Yanes, J. (2024). El primer alfabeto, un debate abierto. En diario El País, sábado 28 de diciembre de 2024, Año XLIX, Número 17,320. Madrid: Ediciones El País. p. 34.

Galería en Bloques
Miguel Ángel Ruíz Matute. Boceto. Tinta sobre papel. 28 x 38 cm. Ca. 1952. Hoja 1, anverso.

Retrato de Leticia de Oyuela en el estudio de su residencia en el barrio La Ronda de Tegucigalpa, 1990. Fotografía por Evaristo López Rojas en película negativa blanco y negro formato 120mm 6x6 cm

Miguel Ángel Ruíz Matute. Boceto. Tinta sobre papel. 38 x 28 cm. Ca. 1952. Hoja 1, reverso.

Portada del libro Esplendor y miseria de la minería en Honduras, publicado en 2003. Por este estudio, la autora recibió el Premio de Estudios Históricos Rey Juan Carlos I el año 2002

Miguel Ángel Ruíz Matute. Boceto. Tinta sobre papel. 38 x 28 cm. Ca. 1952. Hoja 2, anverso.

Portada de la segunda edición del libro Mujer, familia y sociedad, su primera edición data de 1993

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