Mujeres insignes en la historia de Honduras: un homenaje visual a su vida y a su obra
Por Paúl Martínez[1]. Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Fototeca Nacional Universitaria
Clementina Suárez: la poeta de rostro de ídolo antiguo
Janet N. Gold describe en la reseña de un recital de la poeta Clementina Suárez que «Una señora se tapa los ojos horrorizada, y se apura a salir del teatro. Tanta es su prisa por salir del teatro que se tropieza, se cae, se daña la cadera» (Gold, 1998, p. 168). Y si bien es cierto, aun cuando la autora no precisa la fecha de dicha presentación, en muchos sectores de la sociedad hondureña ese asombro era la “natural” reacción ante la presencia de la poeta y la lectura de sus obras. Aún en nuestro tercer milenio, es todavía posible escuchar comentarios de desaprobación ante la vida y obra de quien en su momento fue todo un referente del arte y de la cultura hondureña: Clementina Suárez. Al final de cuentas, muchas sociedades temen al cambio o a todo aquello que suene a innovación. En la decimonónica sociedad europea, el vals fue definido como «ser maligno desprovisto de elegancia, delicadeza y decoro, una práctica repugnante» (Lahoz, 2024, p. 8) y autores como Johann Strauss (1825-1899) eran vistos de menos por la aristocracia vienesa de su época.
Clementina nació en la ciudad de Juticalpa, Olancho, un 12 de mayo del año 1902, su madre Amelia Zelaya Bustillo y su padre Luis Suárez constituyeron un hogar en pleno centro de la ciudad y ahí transcurrió la infancia y adolescencia de la poeta. Juticalpa desde ese entonces era una ciudad dedicada a la ganadería y a la producción agrícola, pero seguía siendo una comunidad anclada al pasado, que tarde o temprano le quedaría pequeña a una joven Clementina con deseos de conocer el mundo. En 1923 abandona su hogar y emprende una vida independiente que le llevaría por la costa norte hondureña para tiempo después radicarse en Tegucigalpa, la capital de la nación y de una forma u otra el centro de la incipiente actividad cultural del país.

Retrato de Clementina Suárez realizado por el artista Armando Lara Hidalgo, 1990. Acrílico sobre tela. Esta obra pertenece a la colección plástica del Club Rotario Tegucigalpa Sur. Fotografía por Paúl Martínez en formato digital 35mm, 2014
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Su época quizá la marcaría como un alma independiente que buscaba otros horizontes para volar en libertad. El siglo XX inició con un viento de cambio hacia la posición relegada de las mujeres en nuestras sociedades, especialmente en la búsqueda del derecho al voto femenino, conquista anhelada que se venía exigiendo desde la centuria anterior. Y aunque quizás las noticias de las llamadas luchas sufragistas posiblemente no se recibían en la recóndita Juticalpa de inicios de siglo -viajar desde Tegucigalpa podía tomar varios días de camino-, en Europa o Estados Unidos se libraban debates en torno a ello. Mientras Clementina aprendía sus primeras letras entre 1913-1914, las llamadas suffragettes eran vigiladas y encarceladas en el Reino Unido, Mary Richardson en la National Gallery saltó cuchillo en mano sobre la célebre obra La Venus del espejo, atacando en sí -no a la pintura de Velásquez-, sino más bien a lo que ella representaba: la mujer-objeto, la belleza complaciente, una hermosa decoración para la pared o para el hogar nada más. No aplaudimos el daño ocasionado a cualquier obra de arte en ninguna época de la humanidad, sin embargo, como bien lo expresa Alice Procter «Cuando La Venus del espejo de Velázquez fue atacada, las mujeres eran brutalmente tratadas y torturadas en prisión. Atacar a una mujer bella tenía un sentido perfecto, la lógica de esa protesta era absolutamente clara para mí» (Procter, 2024, p. 40, citada en González Harbour, 2024, p. 40).
Clementina viajaría a México, Cuba, Costa Rica, El Salvador, Nueva York en poco menos de dos décadas, en donde residiría siempre buscando el mejor espacio para dedicar su vida por entero al arte, de hecho, casi en cada uno de estos sitios referidos publicaría uno o dos libros y en cada lugar también creó espacios de exhibición para los artistas nacionales o extranjeros, por ello Leticia de Oyuela escribiría de ella que
Esa extraordinaria mujer-poeta que se llamó Clementina Suárez constituyó, por sí misma, uno de los más importantes hitos en la plástica hondureña. Desde su apasionada juventud fue creando un inveterado clima para el desarrollo del arte que tuvo su detonante en México durante el clímax del muralismo mexicano. En ese país vivió y organizó su Galería de Arte Centroamericano, ubicada en la calle de Nayarit No. 4 de la colonia Roma (Oyuela, 2010, p. 271).
Clementina ha sido una prolífica escritora cuya producción literaria inicia en 1930 con su libro de poemas Corazón sangrante y se amplia en el siguiente medio siglo. Sobre este libro, Alfonzo Guillén Zelaya escribió
Como en su vida, el verso de Clementina es un verso sin restricciones, poblado de un dolor hondamente vivido, y en el que fulgura, con espontánea limpidez, con vigor legítimo, un numen auténtico. Por eso yo auguro que su CORAZÓN SANGRANTE le abrirá el camino para nuevos y mayores triunfos en el porvenir, cuando su dolor primaveral, su desolación juvenil y su sed de armonía hayan entrado de lleno al fondo de la vida, al misterio infinito, en donde mora, eterna y múltiple, serena y esplendorosa, La Sagrada Fuente (Guillén Zelaya, 1930, p. 3).
Izquierda: Miguel Ángel Ruiz Matute y Clementina Suárez en la exposición del primero en el año 1967. Autor desconocido, copia en papel fotográfico blanco y negro 12 x 17 cm. Esta imagen pertenece a la colección del poeta Oscar Acosta
Derecha: Retrato de Clementina Suárez realizado por el artista Miguel Ángel Ruiz Matute, 1965. Óleo sobre tela. Esta obra pertenece a la colección plástica del Club Rotario Tegucigalpa Sur. Fotografía por Paúl Martínez en formato digital 35mm, 2014
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Clementina ha sido una de las personalidades de nuestra historia más retratadas: pintura, fotografía, escultura o caricatura, casi en cualquier disciplina del arte ha sido inmortalizada su efigie a todo lo largo del siglo XX por destacados artistas tanto nacionales como extranjeros.
En una entrevista a ella realizada por Alfonzo Guillén Zelaya a su retorno de México en 1931, la poeta expresó «El lápiz de un sinnúmero de caricaturistas delineó mi cara de “Idolo antiguo”, como me llamaron. Casi tapicé las paredes de mi apartamento con los trabajos que me hicieron de todas las clases, al óleo, acuarelas, a crayón, etc…» (Lo que nos Cuenta de México la Poetisa Clementina Suárez, 1931, p. 1).
Y ya desde ese 1931 recibía estas elogiosas palabras de Hernán Robleto en el prólogo al libro De mis sábados el último, publicado en México en el año 1931:
Arde en los versos y en la prosa de Clementina ese sol del trópico; revientan rosas fuertes, entre la luz, predomina su canto de juventud, el divino tesoro de que hablaba Rubén. Su juventud es explosiva, con una luminosidad criolla. Tiene la fuerza de una flecha hacia el sol, y su aspiración es una sed encendida, una embriaguez múltiple, como todo producto de la tierra (Robleto, citado en Lo que nos Cuenta de México la Poetisa Clementina Suárez, 1931, p. 1).

Portada de diario El Pueblo del miércoles 1 de julio del año 1931, Vol. I, número 99. En ella, su director Alfonzo Guillén Zelaya elogia la edición del libro de Clementina Suárez titulado De mis sábados el último, en la nota en donde también se transcriben las palabras del prólogo escritas por Hernán Robleto
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Clementina ha sido siempre una presencia constante en el quehacer artístico nacional y centroamericano, no en vano literatos de la talla de Otto René Castillo expresan de ella que « Es incalculable lo que Centro América le debe a Clementina Suárez no solamente por su cariño, que lo ha brindado siempre con diáfana solicitud, sino que por su batallar perenne por la cultura, por su esfuerzo continuado y eficaz en ese sentido» (Castillo, 2024, p. 261, citado en Flores López, 2024, p. 261). Además de poeta, Clementina ha sido gestora cultural, mecenas, curadora o galerista. Su residencia en el histórico barrio La Hoya en Tegucigalpa albergó en su momento una de las más importantes colecciones de arte en el país, además de ser punto de encuentro obligado de lo más granado de la vida intelectual y artística nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.
Pese a todo su aporte, su vida fue lamentablemente segada en un cobarde ataque sufrido en su misma residencia sin que hasta la fecha se haya encontrado a culpable alguno. Leticia de Oyuela hace un terrible relato sobre su impresión al visitar a Clementina en el hospital:
Me precipité a la habitación donde yacía Clementina y entró en mi alma el horror, la que estaba en la cama no era la Clementina tan querida, era otra cosa. Algo destruido con la cara totalmente amoratada y escuché a alguien que contó que tenía cerca de sesenta lesiones en el rostro. Ella ya no hablaba, sólo se escuchaba en el silencio de la habitación el estertor de un pecho que parecía más bien un sollozo largo e ininterrumpido (Oyuela, 2024, p. 116, citada en Flores López, 2024, p. 116).
Ese año 1991 Honduras y el mundo perderían a una de sus más prolíficas y trascendentales poetas. De ese ahora lejano fin de siglo al presente poco o nada ha cambiado. El Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), presentó en noviembre de 2023 un informe que denuncia la muerte de 3,897 mujeres en el transcurso de ese año, y ampliaba que «En Latinoamérica, Honduras (7.2 casos por cada 100,000 mujeres), República Dominicana (2.4) y Brasil (1.4) registraron las mayores tasas de feminicidios, mientras que Haití (0.2) y Chile (0.4) presentan los menores índices» (Honduras a la cabeza de feminicidios, 2024, p. 10). Honduras es una nación de poco más de diez millones de habitantes, República Dominicana tiene once y tantos millones y Brasil nos supera con creces por más de doscientos millones a ambos países, aún así, nuestra pequeña nación triplica a la isla caribeña que tiene más población y al coloso del sur le quintuplica sus casos, pese a que este último ya dijimos que nos lleva doscientos millones de habitantes más. Haiti[2] -nuestro triste consuelo económico, social y político-, tiene apenas 0.2 casos por cada 100,000 mujeres, siendo una sociedad víctima de una guerra civil que lleva décadas desangrando a esa nación. Si vemos este problema como cifras (7.2 de cada 100,000 mujeres) no parece preocuparnos, pero esas cifras deberían avergonzarnos como sociedad que pasiva o activamente ha solapado el deterioro colectivo que nos ha llevado a tales extremos.
Quizá sea destino, fatalidad o simple y triste coincidencia que grandes figuras de nuestro pretérito hayan padecido precariedades y al final de sus días sea el infortunio quien haya sido su más cercana compañía. María Trinidad del Cid (1899-1966) expresó en los actos conmemorativos del primer centenario del fallecimiento del prócer Dionisio de Herrera (1781-1850) esta rotunda y todavía vigente reflexión:
«Han pasado muchos siglos y muchas han sido las transformaciones en los hábitos del hombre, pero el culto a los muertos ha sobrevivido y el recuerdo de los bienamados es lo que nos señala el grado de adelanto a que ha llegado una nación, y las sociedades de cualquier índole que ellas sean con una forma distinta fomentan el viejo culto de aquellos pueblos orientales, poniendo ante la vista del conglomerado social todo lo bueno que los seres que han merecido el recuerdo de sus conciudadanos pusieron al servicio de la humanidad» (del Cid, 2024, p. 122).
O dicho de otra manera, es cultural como bien lo afirma José Mujica cuando se lamenta que:
Mi generación cometió un error de ingenuidad, creyó que el cambio social era solo cambiar las relaciones de producción y distribución en la sociedad, y no se dio cuenta del papel que cumple la cultura. El capitalismo es también una cultura, y hay que contestarle con una cultura distinta; por eso debemos practicar una cultura distinta. Creo que todo esto es lucha de la solidaridad contra el egoísmo (Mujica, 2023, p. 75, citado en Alvídez, 2023, p. 75).
La solidaridad fue una constante en la vida de Clementina, la poeta practicó una cultura distinta como lo afirma Mujica, por ello su herencia es invaluable e imperecedera. Janet N. Gold resumiría así su vida y su legado «Clementina Suárez fue ciudadana de Honduras, ciudadana de la vida y ciudadana de la poesía. ¿Dónde, entonces, se colocaría en una historia de la poesía? ¿Poeta romántica, poeta comprometida, poeta vanguardista, poeta feminista?» (Gold, 1998, p. 194).
Tegucigalpa MDC. Ciudad Universitaria José Trinidad Reyes, 25 de enero de 2025
[1] Artista plástico y fotógrafo documental. Director de la Fototeca Nacional Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. https://orcid.org/0000-0002-3561-4219 Correo electrónico: paul.martinez@unah.edu.hn
[2] Solo Haiti tiene en el continente americano los índices más bajos que Honduras en temas de desarrollo económico o social, por ello la alusión penosa a ser nuestro triste consuelo. Haiti, la primera nación americana en emanciparse del dominio colonial europeo, Haiti, la nación que apoyó cuando nadie más lo hizo al libertador Simón Bolívar que le permitió culminar su gesta libertaria en la América del Sur. Haiti, la nación castigada por su osadía de ser la primera nación independiente de América.
Alvídez, S. (2023). Sobreviviendo al siglo XXI, Chomsky y Mujica. Montevideo: Penguin Ramdom House Grupo Editorial.
del Cid, M. T. (1950). Elogio a don Dionisio de Herrera como educador. En Vida y escritos de don Dionisio de Herrera. Tegucigalpa: Sociedad de Geografía e Historia de Honduras. pp. 121-123.
Flores López, O. Comp. (2024). Clementina Suárez: mujer y poeta. Tegucigalpa: Colección Erandique.
Gold, J. N. (1998). Clementina Suárez. En Volver a imaginarlas, retratos de escritoras centroamericanas. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. pp. 166-196.
González Harbour, B. (2024). La incómoda intrahistoria del arte colonial. En diario El País, miércoles 25 de diciembre de 2024, Año XLIX, Número 17,317. Madrid: Ediciones El País. p. 40.
Guillén Zelaya, A. (1930). Nota liminar. En diario El Sol, miércoles 14 de mayo de 1930. Año IV. No. 1,265. Tegucigalpa: Director Julian López Pineda. p. 3.
Honduras a la cabeza de feminicidios. (2024). En diario La Tribuna, sábado 23 de noviembre, 2024. Año XLVIII. No. 21,227. Tegucigalpa: Periódicos y Revistas S.A. de C.V. PYRSA. p. 10.
Lahoz, U. (2024). Cuando Johann Strauss era tan famoso como Taylor Swift y Quevedo. En diario El País, suplemento semanal Babelia, sábado 28 de diciembre de 2024, Año XLIX, Número 17,320. Madrid: Ediciones El País. pp. 8-9.
Lo que nos Cuenta de México la Poetisa Clementina Suárez. (1931). En diario El Pueblo, martes 7 de julio de 1931. Vol. I, No. 104. Tegucigalpa: Imprenta Popular. p. 1.
Oyuela, L. (2010). Constructores artísticos entre siglos. San Pedro Sula: Grupo OPSA.

Clementina Suárez y Roberto Sosa en 1974. Autor desconocido, copia en papel fotográfico blanco y negro 11.7 x 7.8 cm

Retrato de Clementina Suárez realizado por el artista Mario Castillo, 2001. Óleo sobre tela. Esta obra pertenece a la colección plástica de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Fotografía por Evaristo López Rojas en película reversible en color formato 120mm, 2002

Retrato de Clementina Suárez, 1986. Fotografía por Evaristo López Rojas en película negativa blanco y negro formato 120mm 6x6 cm