Memorias, medio siglo en fotografías
Juan Pablo Martell creó un impresionante banco de imágenes a lo largo de su casi medio siglo de trabajo fotográfico continuo. Entre los años 1953 y 1973, cuando laboraba en el IGN trabajó principalmente en formato mediano 120mm, especialmente 6 x 6 cm y en menor medida 9 x 6 cm. En la década de los ochenta y noventa del pasado siglo XX, el formato por él utilizado fue 35mm, principalmente negativo en película a color y en algunos casos película positiva a color.
En el año 2013 la Universidad Nacional Autónoma de Honduras creó el Fondo Documental de Fotografía Juan Pablo Martell, cuyo corpus visual consta de 12,000 originales fotográficos realizados en distintos formatos, principalmente en película negativa a color 35mm y que reúne este acervo acumulado de medio siglo de registro fotográfico del maestro Martell. Esta adquisición fue posible mediante el financiamiento de una beca de investigación de la entonces Dirección de Investigación Científica Universitaria que hizo posible adquirir este valioso legado y generar con él exposiciones, conferencias y la edición de un libro homenaje a la vida y obra de Juan Pablo Martell que fue publicado en el año 2015 y presentado oficialmente en el marco de la inauguración del Año Académico Cultural Oscar Acosta realizada en la Ciudad Universitaria José Trinidad Reyes.
La exposición Memorias, medio siglo en fotografías se inauguró el día 8 de octubre del año 2013 en las instalaciones del Centro de Arte y Cultura de nuestra Universidad, espacio ubicado en el barrio Concepción de la ciudad de Comayagüela. En esta exposición se exhibieron 20 fotografías ampliadas de 20 x 24 pulgadas y ha sido itinerante por los centros regionales de nuestra Universidad ubicados en distintos puntos de la nación, siendo acompañadas de conversatorios y conferencias.
Paúl Martínez |
Fototeca Nacional Universitaria - UNAH |
Juan Pablo Martell Cruz nació un 6 de febrero del año 1928 en la ciudad de Pespire, en el departamento de Choluteca. Su infancia transcurrió en esta apacible comunidad, estudiando su secundaria en la hermana República de Nicaragua. En su adolescencia, el joven Martell tiene su primer acercamiento a la fotografía a través de un pariente cercano, en cuyo estudio iniciará su recorrido en esta fascinante disciplina.
En el año 1953 empieza a laborar para el Instituto Geográfico Nacional (IGN), institución que le permitirá desarrollar plenamente su labor fotográfica, ya que por la naturaleza de su trabajo debe movilizarse constantemente por todo el país, lo que le permitió ir acrecentando poco a poco su vasto material documental, viajando y registrando la nación hondureña en tiempos en los cuales pocos fotógrafos han tenido la oportunidad de hacerlo, captando imágenes ahora irrepetibles: paisajes, pueblos indígenas, áreas rurales, ciudades y un sin fin de temas que enriquecen su acervo fotográfico y que ayudan en el presente a estudiar a través de ellos nuestro pasado. Dentro del IGN asumió el cargo de coordinador del área de fotografía aérea, una responsabilidad enorme que marcaría su vida y su forma de hacer fotografía, ya que implicó estudio permanente y dominio técnico del oficio.
Juan Pablo Martell fallece en la ciudad de Tegucigalpa el día 25 de junio del año 2017. Tras de él deja una considerable cantidad de nuevos fotógrafos por él formados y lega también a la posteridad una vasta memoria visual de nuestro pasado.
Paúl Martínez |
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Explicamos líneas atrás que durante su permanencia en el IGN, el maestro Martell utilizó el formato 120mm y exclusivamente película negativa en blanco y negro. Todos los originales generados por él entre 1953 y 1973 así han sido realizados. Un formato mediano o 120mm produce básicamente un original fotográfico de mayor dimensión que el tradicionalmente conocido formato 35mm. De hecho, su área de película y registro de la imagen es -digamos-, casi el doble de él. Presenta la ventaja de tener mejor resolución al momento de ampliar una fotografía, sus lentes tienen ópticas mas definidas y mayores opciones de apertura de diafragma, factores que hacen de la captura fotográfica una mejor opción si lo que requiere es calidad de la imagen. Las diferencias entre ambos formatos es mayor, de manera rápida se enlistan sólo las anteriores, la exposición presentada por nuestra Universidad y que son las veinte imágenes que en esta colección virtual usted puede admirar, son parte de esa producción en formato 120mm, de ahí su forma cuadrada (6 x 6 cm), que es la dimensión más común que solemos encontrar en este formato fotográfico.
El proceso de elección de las veinte imágenes finalmente expuestas fue largo y minucioso, difícil es elegir la toma correcta en un acervo tan vasto y valioso en temáticas o composición, se decidió exhibir las realizadas en formato mediano por ser estas las más lejanas en el tiempo y por ende las que registran lugares y acontecimientos ahora difíciles de admirar, privilegio que ahora sólo es posible a través de un registro documental como el creado por el maestro Martell y que en esta plataforma se exhibe de manera virtual, llegando con ella a un público más amplio tanto a nivel nacional como internacional. Se pretendió hacer una selección que mostrará en una reducida muestra la amplia diversidad de temas por el maestro registradas, dando énfasis a aquellas fotografías que registren eventos, paisajes, arquitectura o personas que el paso del tiempo ha hecho que esas imágenes sean ahora irrepetibles.
Para citar un ejemplo, Lempira o Gracias a Dios han sido los departamentos que históricamente han sido relegados política y económicamente por la institucionalidad del Estado, igual ha sucedido en estudios o registros, sean escritos o visuales. Estas zonas fueron documentadas por Juan Pablo Martell, creando un invaluable registro visual de iglesias, paisaje urbano y natural, así como de vecinos de estas comunidades. En el caso de Gracias a Dios, su documentación del pueblo Miskito preservó para la posteridad prácticas culturales ahora en desuso, formas de vestir y el actuar en la vida cotidiana de este pueblo. Valiosa información histórico-visual que nos ayuda a conocer mejor estas culturas. Las fotografías realizadas en Amapala, Comayagua o San Pedro Sula retratan lo que simplemente ha dejado de existir, o ha sido tan drástico su cambio que ahora es irreconocible la escena que aparece en la fotografía.
Para la conservación de la memoria se requiere que se cumplan ciertas condiciones que de no existir, hacen imposible esta necesaria tarea. La primera es que exista el registro documental, en este caso fotográfico. No podemos afirmar que este fondo documental ahora en nuestra Institución, sea la obra fotográfica completa realizada por Juan Pablo Martell, existe un vacío que de resolverse enriquecerá sustancialmente los recursos para la investigación académica en el tema del arte religioso colonial, nos referimos al registro documental realizado por el maestro Martell para el libro: Por las rutas del añil y la plata, cuyo texto es autoría de Mario Felipe Martínez Castillo (1932-2014) y fue publicado en el año 2000 por el Grupo del Ahorro Hondureño. Cinco mil originales fotográficos realizados en película reversible en color componen este acervo, el que lastimosamente no se ha identificado plenamente su ubicación, tarea pendiente para la academia, para los artistas y para cualquiera que ame y sienta interés por la historia y el futuro de nuestra nación.
Paúl Martínez |
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Quizá la fotografía más conocida del maestro Martell sea esta que nos muestra una carreta de bueyes cruzando la playa de Punta Ratón en el Golfo de Fonseca hondureño. Y no es para menos, la imagen parece idílica, y la playa muy diferente a la que podemos admirar en la actualidad, más limpia, más compacta y hasta el impetuoso Pacífico pareció calmarse para no turbar la calma que transmite la imagen. No es casualidad que todo confluya para enriquecer la escena retratada. La carreta la ubicó el artista en la sección central de su cuadro, la sombra del árbol de higuera dirige la mirada del espectador de izquierda hacia la derecha, las olas blancas del océano llevan la vista de derecha a izquierda, y ambas -sombra y olas-, apuntan a la carreta en el centro. Ésta no puede ser más emblemática, bueyes blancos que sobresalen por ello del fondo de agua que les rodea, por la posición de los mismos, uno destaca claro y el otro queda en penumbra, separándolo del agua con la sombra en su silueta. Las ruedas de la carreta son de manufactura artesanal, fueron armadas por las manos hábiles del campesino que parado les da la dirección a los bueyes que halan la carreta. La luz del sol no puede estar mejor ubicada, la regla de oro del fotógrafo es hacer su imagen con el sol a sus espaldas, y esta imagen refuerza esa máxima que todo documentalista sabe respetar. Inclusive, Martell demuestra su oficio fotográfico al realizar esta toma casi a la hora del mediodía, cuando la luz es más difícil de controlar debido a su potencia -la luz del mediodía supera los 5000 grados Kelvin-, lo que la convierte en luz dura y fría, y si a ello le sumamos la inclinación de esa luz, todo pareciera estar en contra de poder hacer una fotografía artística como lo logró Martell, pero he ahí el oficio del artista, tomando en cuenta los elementos adversos y sabiendo aprovecharlos a su favor. No hace falta decir que en nuestro presente es improbable que podamos ver una escena como esta, y no únicamente por el desuso de la carreta de bueyes como medio de transporte o que utilice la playa como camino, simplemente la playa en sí ya no es igual, el paisaje limpio de la fotografía ahora quedó en el pasado.
Aunque la referencia exacta del sitio donde fue captada la fotografía de este grupo de pescadores nos es desconocida, solo tenemos la referencia de saber que fue realizada en el Golfo de Fonseca hondureño, hacia la zona Sur del país. La indumentaria de los pescadores y la arena oscura enfatizan que ha sido en esa zona donde fue captada la fotografía. No hace falta decir que fue hecha en tiempos que la pesca era una actividad muy lucrativa, las aguas del Golfo se hallaban menos explotadas y por ende su riqueza marina se vuelve obvia en la imagen, no solo por la dimensión de los peces capturados, sino también por su cantidad, misma que parece salir y extenderse fuera del cuadro fotográfico hacia su esquina inferior derecha.
La vida de un pescador es sacrificada, la situación ahora se agrava en las aguas del Golfo de Fonseca, la sobre explotación de los recursos marinos ha disminuido la cantidad de peces que pueden atraparse, los problemas limítrofes con los vecinos de El Salvador y Nicaragua hacen que el faenar diario de los pescadores hondureños sea una lotería que puede terminar en cárcel o decomiso del producto que tanto esfuerzo le costó reunir. Pero hacia la década de los sesenta del siglo pasado la vida era distinta, en todos los aspectos. Y la riqueza de un océano permitía al pescador mayor producto, lo que se ve reflejado en la fotografía de Martell. Hacerla no fue sencillo, es una toma cenital, lo que hacía que captarla con equipo de formato mediano no era cosa fácil de hacer, simplemente porque la cámara es grande y requiere una posición del fotógrafo completamente vertical a la escena retratada, quizá fue hecha desde la altura de un muelle que le daría esa panorámica, pero lastimosamente no lo sabemos con certeza.
Esta fotografía forma parte de un grupo de cuatro originales fotográficos que registran el mismo tema de la pesca en el Golfo. Debió existir mayor registro, pero en el acervo de imágenes entregadas por el maestro cuatro son las que existen de esta serie. Lo que muchos no entendemos es que la fotografía es un material sumamente frágil, se basa en reacciones químicas, las que con el paso del tiempo puede alterar la composición del material fotográfico y dañarlo irreversiblemente, estas imágenes son ese caso.
Construida hacia la década de los treinta del pasado siglo XX en la administración presidencial de Tiburcio Carías Andino (1876-1969), el edificio de la Comandancia de la Naval en el también antiguo puerto de Amapala, ocupaba una posición estratégica que dominaba la vista al muelle del puerto, de hecho la fotografía está tomada desde éste y retrata escenas idas de mayores glorias del puerto.
Situado en un punto estratégico, el puerto de Amapala fue durante varios siglos la entrada al país de mercaderías y pasajeros que arribaban por el Pacífico desde puntos tan distantes como San Francisco, Chile o Asia. Situado en la Isla del Tigre en el Golfo de Fonseca hondureño, el puerto ha visto desfilar por sus calles piratas, tropas inglesas, tropas estadounidenses y ha sido sede de toma de posesión presidenciales. Toda la antigua gloria y prosperidad del puerto se ven retratadas en esta fotografía. Un edificio sólidamente construido, espacios públicos ornamentados por altas palmeras, muros bien cimentados y alineados, barcos pesqueros y pequeñas embarcaciones flotan iluminadas por un sol matutino en las aparentemente tranquilas aguas del océano Pacífico. Todo ello es historia. Quedó en el pasado, el edificio ya no existe, así como ya no existe el puerto. De toda esa escena lo único que queda en pie es el inmenso árbol de guanacaste hacia el extremo central derecho de la fotografía, mismo que cubre la edificación del también antiguo Casino de Amapala, ahora inmueble abandonado.
La composición no podría ser más idílica en esta fotografía, toda la escena ocupa la mitad inferior del cuadro, aguas tranquilas, luz cálida de las primeras horas de la mañana, embarcaciones que revelan actividad comercial y el cielo decorado con nubes de la llamada familia Cirrus, nubes altas y generalmente compuestas de cristales de hielo. De hecho, estas nubes parecieran bajar desde la parte superior del cielo y apuntar todas al edificio ahora desaparecido de la Comandancia, quizá premonición de llamar la atención hacia su futura ausencia. La serie que complementa a esta fotografía, igual nos muestra una Amapala distinta a la imagen actual que podemos admirar, lo que nos reafirma a importancia de la fotografía para recordarnos nuestra identidad y memoria como nación.
Ubicada en el barrio El Centro de la ciudad de Nacaome, cabecera departamental de Valle, la iglesia San José domina el paisaje visual de esta ciudad eminentemente comercial. Ubicada hacia el Este del parque homónimo, la iglesia en sí no ha sufrido mayores alteraciones desde el tiempo en que se realizó la fotografía, excepto por el retiro del muro que cerca el atrio de la iglesia, el que ahora solo delimita la parte lateral del inmueble. De hecho, el que si ha sufrido modificaciones notables ha sido este parque frente a su fachada, haciendo que el ángulo desde donde ha sido captada esta fotografía ya no sea posible de admirar. Árboles han sido plantados que ahora ocultan tras de ellos esta vista, lo que demuestra la evolución urbana de las ciudades y cómo a través de las fotografías podemos analizar estos cambios que el tiempo va marcando en las sociedades, como los cables y postes que en la actualidad han sido retirados de esta área, los que en la fotografía podemos apreciar hacia su extremo derecho.
Extraño notar nubes en el cielo de la fotografía, Nacaome es y ha sido uno de los sitios más calurosos del país, creando toda una nutrida colección de dichos populares que en broma califican a la ciudad y al municipio como una caldera.
Nuevamente es la luz cenital del mediodía la que ilumina la escena, la fachada que da al Oeste apenas comienza a iluminarse lo que nos da la pista de la hora en la que fue captada la fotografía. Y si la luz del mediodía es complicada para la fotografía en cualquier punto del país por su potencia y calor, en zonas cálidas como la ciudad de Nacaome esta dificultad se dimensiona. La luz es color, es la máxima de los artistas, una luz intensa confiere tonos fríos a la escena iluminada, una luz tenue da a la imagen tonos cálidos: naranjas o amarillos, lo que da sensación de serenidad. Estas sensaciones se perciben mejor cuando la fotografía es a color, pero también inciden en la fotografía blanco y negro, una luz intensa y calurosa produce sombras recortadas y brillos intensos, la fotografía de Martell no los presenta por el dominio técnico del artista sobre la toma fotográfica, misma que puede transformar esta escena con iluminación extrema en una imagen agradable y estética como la lograda por el maestro en esta fotografía.
La ciudad de Choluteca presenta en la actualidad exteriores que no se diferencian mucho al aspecto que podemos admirar en las fotografías realizadas de ella por Juan Pablo Martell hacia la segunda mitad del siglo pasado. Excepto en la imagen de la Iglesia Inmaculada Concepción. En esta fotografía vemos una fachada limpia y un entorno ordenado. La torre que domina esta fachada presenta en la fotografía algunos daños, pero en general no tiene daños severos, como hemos podido admirar en imágenes de la misma edificación décadas atrás. Ahora a la catedral la circunda un pequeño muro con barrotes metálicos -excepto por el acceso de las gradas-, dentro de este cerco han crecido palmeras y jícaros que cubren la fachada, haciendo imposible el admirar una fotografía como la de Martell en nuestro presente.
Todo pasado fue mejor, reza el dicho popular, y admirando la imagen de la iglesia encontramos la sabiduría de este decir. Vemos un cielo libre de nubes en la imagen, como es común hacia la cálida zona sur de nuestra nación. La predilección del maestro Martell por la luz hacia el mediodía para realizar las fotografías de fachadas de iglesias como la presente no es casualidad. Si bien es cierto, esta luz intensa provoca sombras duras y blancos intensos, el dominio técnico del arte fotográfico le permiten al artista suavizar estos extremos, pero esta luz casi cenital del mediodía le permite captar los relieves de la fachada sin mayor distorsión, ayudando esta sombra corta a definir la decoración sencilla de la iglesia dándole forma a la misma. Esta sombra corta y precisa generada por el ángulo de la luz, permite apreciar los detalles de la fachada, sin que una sombra extendida como la que genera la luz de la tarde, o una luz que aplana estas decoraciones disminuyan la apreciación que la arquitectura necesita en fotografía.
La elección del lente utilizado también es correcta, vemos una panorámica de una edificación bastante grande, su único ángulo para captarla es la esquina Este del parque Valle que se encuentra frente a la iglesia, el espacio entre esta esquina y la fachada es el ancho de una calle, lo que significa utilizar un lente de longitud focal reducida: un lente angular en otras palabras, pese a ello no hay deformación de la estructura que vemos.
Copán, el principal sitio arqueológico de la cultura maya en nuestro país no podía faltar en el registro fotográfico del maestro Juan Pablo Martell. En la imagen vemos una de las estructuras más emblemáticas del sitio, como lo es la Escalinata Jeroglífica, la que en sus gradas expone la inscripción más larga de la América precolombina. Al pie de ella vemos la Estela M y parte de la cara norte de su Altar, el sol ilumina la estructura, por lo que la fotografía fue realizada en horas de la tarde. Fue captada la imagen en tiempos que la Escalinata no tenía el toldo que ahora le cubre, permitiendo al espectador de ese entonces admirar la estructura en todo su esplendor, inclusive con su cúspide llena aún de árboles, en la actualidad, en el espacio adyacente a la estructura se ha despejado de árboles, quedando libre de ellos la parte alta de la escalinata.
Tanto la visión de la estructura sin el toldo que ahora le cubre, así como la cubierta de árboles le dan un aspecto distinto, más parecido a la imagen que prevaleció de ella desde su excavación hacia mediados de la década del treinta del pasado siglo XX por la expedición Carnegie hasta finales de ese siglo, cuando ya tenía el toldo que le cubre, práctica que se mantiene hasta nuestros días.
La posición del fotógrafo es más baja de la visión humana normal, quizá el artista se arrodilló para captar la imagen, de ahí esa visión casi a ras de suelo que hace ver más alta la estructura retratada, así como destaca también a la Estela. Nuevamente Martell usa la iluminación a su favor, lo que se nota en el área de sombra de la Estela, cuya oscuridad recorta perfectamente su silueta sobre la escalinata iluminada directamente por el Sol, en tanto la cara iluminada de la Estela le destaca del fondo que está en sombra, haciendo que por contraste se destaque la escultura que retrata al décimo quinto gobernante de la ciudad de Copán: Humo Caracol.
La arquitectura monumental de un sitio como Copán, se dimensiona cuando es registrada por artistas como Juan Pablo Martell, el arte se acentúa al verse interpretado por el lente de otro artista y su obra deja de ser más que una simple fotografía.
Explicamos en otras imágenes la dificultad que presenta la luz del mediodía al momento de hacer una fotografía. Juan Pablo Martell toma esta dificultad y la convierte en fortaleza para sus tomas. La dureza de este tipo de iluminación, hace que las sombras se vean como zonas oscuras, sin detalle, y las luces parezcan zonas blancas, igual sin forma o detalle. Martell logra que tanto luces y sombras tengan detalle, pese a su oscuridad o claridad. La ventaja que presenta esta hora del día cuando se hace fotografía de arquitectura, es que la sombra no se proyecta, sino que queda bajo la estructura retratada, lo que hace que visualmente no tenga deformación, lo que podemos corroborar simplemente admirando la fotografía que retrata en primer plano a la Escalinata Jeroglífica, la Estela M y su Altar, y de fondo las Estructuras 10 y 9, que juntas componen la cancha del Juego de Pelota de Copán.
Es más evidente la escasa presencia de sombras si admiramos hacia la esquina inferior izquierda de la imagen a la Estela M y su Altar, debido a la decisión del fotógrafo de hacer su toma hacia el mediodía, no se produce una prolongación de la sombra del altar o de la estela, lo que permite visualmente al espectador de la fotografía la admiración de la misma sin interferencias o alteración de las formas. Parece un dato sin importancia, pero para la revisión de investigadores o la simple admiración de las formas en arte es crucial la decisión del fotógrafo de tomar en cuenta estos aspectos, la decisión del momento del día ideal para hacer una fotografía profesional es signo de la formación del artista: cada hora del día tiene incidencia en la imagen realizada.
En el Juego de Pelota, vemos que el espacio entre las estructuras esta empedrado, formando una especie de letra T, lo que ahora ha sido reemplazado por césped. Una revisión de la Estructura 4 que se admira en la imagen hacia la esquina superior derecha, nos muestra su aspecto mucho antes de su restauración, en la fotografía está cubierta de profusa vegetación, misma que para la década de los ochenta ya había sido retirada.
La Plaza de las Estelas de Copán, es uno de los conjuntos escultóricos más impresionantes que podamos admirar en toda el área que habitó la civilización maya, la profusa decoración y su acabado en alto relieve han hecho célebres a estos monumentos erigidos en esta zona, casi todos en honor al décimo tercer gobernante de la ciudad, conocido popularmente como 18 Conejo. La Estela H es una representación de este soberano y la fotografía del maestro Martell nos muestra su cara Este, misma que es iluminada por el Sol matutino que hace que podamos admirar el elaborado trabajo del escultor maya que desde el siglo VIII nos obsequia su arte.
Nuevamente la elección de la hora del día propicia para la fotografía es un acierto de Martell, es más, si lo notamos bien la sombra que proyecta la Estela apenas es perceptible hacia su lado derecho, y la altura del Sol hace que el ángulo de iluminación sea el ideal para destacar el relieve de la escultura sin aplanar los detalles. Esta luz hace también que la Estela misma se destaque del frondoso fondo de árboles que circunda al Grupo Principal de Copán, decisiones que toma el fotógrafo profesional y que ayudan al observador de la imagen a admirar en todo su esplendor a la fotografía en sí y al monumento que se registra en ella.
La alineación de la mayor parte de las estelas en Copán es de Este-Oeste o viceversa, pocas miran sus caras frontales hacia el Sur y más escasas aún son las que no tienen una alineación en especial. Si admiramos hacia el fondo de la fotografía, a la izquierda de la Estela H se encuentra la Estela A, cuya cara frontal que tiene labrada la representación del soberano mira hacia el Este. A la izquierda de esta Estela A, podemos apreciar una elevación de tierra que pertenece a lo que era en ese entonces el montículo de la Estructura 4, muchos años antes de su restauración. Al admirar de cerca la intrincada decoración de la Estela H que registra esta fotografía, al compararla con el estado de conservación actual de este monumento podemos ver el ligero deterioro que el paso del tiempo ha causado sobre él, encontrando detalles ahora perdidos o disminuidos.
La fotografía aérea reviste complicaciones particulares. El uso cada vez más frecuente de drones que la realizan en la actualidad hacen olvidar las dificultades técnicas que medio siglo atrás el fotógrafo debía saber resolver para poder hacer una toma y ofrecer esa visión. La imagen de la Fortaleza San Fernando de Omoa es un claro ejemplo de ello. Para cualquiera que visite este Monumento Nacional en la bahía de Omoa, llama la atención el hecho de escuchar la afirmación de que se construyó para defender el puerto de las constantes incursiones de piratas y flotas de las naciones rivales de la corona española, y curioso es porque en la actualidad el mar Caribe no se divisa desde ningún punto de la Fortaleza, lo que hace extraña la afirmación de ser la fortificación una defensa a incursiones marítimas casi en las postrimerías del dominio colonial español en suelo continental americano.
La imagen aérea de Martell nos permite observar lo último que quedaba del brazo de mar frente a la Cortina circular Oeste de la Fortaleza, ahora ese mismo espacio es tierra firme, quedando apenas una reducida entrada de agua. De hecho, en la última sección de este brazo de mar que admiramos en la fotografía, en la actualidad podemos ver enormes contenedores circulares de una empresa internacional de gas, lo que nos enseña cómo ha cambiado el paisaje natural de la zona al comparar la imagen de Martell a la vista actual de esta histórica bahía.
Esta fotografía fue realizada en un sobrevuelo en avioneta, en primer plano admiramos la punta que forma el Baluarte del Este, a su extremo izquierdo el Baluarte del Sur y hacia la derecha el Baluarte del Norte, los que juntos definen la traza triangular que finalmente fue decidida para la fortificación. La lejanía del mar es un evento que ha venido sucediendo desde finales del siglo XIX, ya que a mediados del mismo se puede encontrar referencia visual y escrita en libros y revistas extranjeras del mar Caribe rompiendo en la escarpa de la Cortina circular del Oeste, que en la fotografía vemos dando la cara hacia el último brazo de mar que quedaba en ese entonces y que se observa en la imagen.
Parado en el parapeto del flanco No. 2 sobre la escarpa del Baluarte Norte, Martell nos obsequia esta imagen de la Fortaleza viendo hacia el Sur, en primer plano vemos la garita de vigilancia, elemento de seguridad que se ha constituido en uno de los símbolos más conocidos de la fortaleza y sitio predilecto del visitante moderno para realizarse frente a ella las fotografías-recuerdo del lugar.
Hacia la derecha de la garita admiramos dos visitantes que miran desde la Cortina circular del Oeste hacia lo que debería ser el mar Caribe, estas dos figuras nos permiten dimensionar la escala de la imponente fortificación, la segunda más importante construida por la corona española en suelo continental americano. Una intrincada historia podemos intuir del estado en el cual nos presenta la fotografía a esta fortaleza. El cubrimiento de argamasa de cal del parapeto se puede ver solo por trechos, perdiéndose en su mayoría dejando al descubierto el sistema de construcción de cal y canto, con fragmentos de ladrillo.
La fotografía no podría ser más distinta a la imagen que de la Fortaleza podríamos ver en la actualidad. La explanada del baluarte que vemos hacia la izquierda de la fotografía esta cubierta de césped, lo que significa debió llenarse este espacio de tierra, lo que ha permitido el crecimiento de este tipo de vegetación. En el presente, toda esta área se halla revestida de una mezcla de argamasa simulando su cubrimiento original, dejando vegetación como el césped solo para la planta inferior de la fortaleza.
La imagen de Martell nos muestra también hacia el fondo la imponente cordillera del Merendón, marco natural perfecto para admirar esta magnífica muestra de arquitectura militar heredada de los tres siglos de colonización española, una fortaleza que ha cumplido múltiples funciones a lo largo de su historia, desde defensa de las posiciones del imperio español en América, hasta cárcel política en la primera mitad del siglo XX, relatos inconclusos que al admirar una fotografía cobran vigencia y vienen hacia nuestras mentes y vuelven a tener presencia.
La ciudad de San Pedro Sula -la llamada capital industrial del país-, ha sido retratada por el lente de Juan Pablo Martell desde una visión aérea, esta fotografía forma parte de un conjunto de cinco tomas que muestran como pocas el desarrollo que en el último medio siglo ha transformado a la ciudad. En la imagen del maestro vemos una ciudad con áreas verdes y espacios vacíos, muy diferente a la actual visión de una ciudad industrial que la mayor parte de sus edificaciones de madera y de carácter residencial han dado paso a los edificios bancarios o centros de negocio. Una muestra de ello son las esquinas en donde confluyen el bulevar Morazán con la tercera calle, en la esquina opuesta a la Catedral Metropolitana se construyó -un par de años después de tomada esta imagen-, el edificio principal del Banco Atlántida y en la esquina contigua se edificó la torre del Banco Promerica, espacios que vemos en la fotografía vacío en el primer caso y con una sola casa -seguramente residencial-, en el segundo. La Catedral Metropolitana también es un punto de referencia en la fotografía, en donde aún se pueden ver los andamios de construcción en su fachada.
Alejándose de las cuadras aledañas al centro, vemos en la imagen mayores espacios cubiertos de árboles y casi al pie de la cordillera del Merendón (hacia toda la parte superior de la imagen) pocas construcciones, imagen diferente a la actual densidad de la zona, la que se ha convertido en una pujante área comercial y de entretenimiento.
Ubicada en una posición privilegiada al extremo suroeste del Valle de Sula, su traza en cuadrícula le ha permitido un crecimiento más ordenado, así como su próspera actividad económica le ha hecho convertirse en la segunda ciudad del país y una de las más grandes de la región centroamericana, sin agregar que buena parte del producto interno bruto nacional es generado por su actividad industrial. La fotografía de Martell muestra una ciudad aún en crecimiento, con escasas construcciones en su centro histórico y con sus principales edificaciones aún en proyectos, una clara muestra de la trascendencia de la fotografía documental para estudiar el pasado y con ello analizar la evolución arquitectónica, económica o social de las sociedades en ellas retratadas.
Algo que ha caracterizado las imágenes captadas por múltiples fotógrafos en el transcurso de los primeros tres cuartos del siglo XX es la casi ausencia de muros perimetrales o cercos de cualquier tipo circundando las edificaciones registradas en ellas, sean estas de carácter público o residencial. La ciudad de San Pedro Sula aparece así en las fotografías de Juan Pablo Martell y la imagen superior es una muestra de ello.
En esta fotografía aparece el edificio de la Primera Iglesia Evangélica Reformada, ubicada sobre la quinta avenida, quinta calle suroeste de la ciudad. En la imagen podemos admirar un paisaje visual ordenado y limpio, completamente distinto del abigarrado paisaje de la actualidad, lleno de cables, postes y un muro más alto de verjas metálicas. La limpieza visual de la imagen es quizá el reflejo de la sociedad de la época, una ciudad en crecimiento pero que seguía teniendo mucho de comunidad del interior, en especial la tranquilidad y la ausencia de elementos que tendemos a asociar a la idea de progreso: autos, cables o multitudes. Nada de ello aparece en esta fotografía de Martell, se respira tranquilidad quizá debido a la blanca fachada que el artista ha sabido destacar del fondo gris nublado que le rodea.
En esta imagen el artista ha elegido las horas del mediodía para realizar la fotografía. Si admiramos las cornisas de la torre o los detalles arquitectónicos de la fachada (relieves verticales, el óculo o las ventanas) veremos una reducida sombra que permite ver ese relieve, pero al no ser tan extendida no altera la visión que del edificio o de su sencilla decoración tengamos. Ello lo permite el ángulo de la luz que ilumina la fachada de este edificio y la altura del Sol es clave para ello, por lo que de nuevo, el acierto del maestro Martell para elegir la hora indicada del día para realizar la toma es correcto. Los tres autos que aparecen en la toma fotográfica nos sirven para especular sobre la cronología de ella, al ver los modelos podemos inferir a grandes rasgos la fecha probable cuando fue realizada. Inclusive, la madre y la niña que empiezan a cruzar la calle nos permite su vestuario también intuir esa probable fecha de realización de la fotografía, la que con el paso de los años se ha convertido en un bello testigo de una época ahora en el pasado.
La vasta zona que ocupa la mosquitia hondureña ha sido históricamente una región apartada política, económica y culturalmente hablando. Desde tiempos de la corona española y en los casi dos siglos posteriores a la declaración de independencia de ella, la mosquitia ha recibido por parte de la sociedad hondureña externa a ella muy poca atención. Por ello no es común el poder admirar imágenes como las realizadas por el maestro Juan Pablo Martell, y por esa razón es también difícil describir muchas de las practicas o costumbres de la región que aparecen en ellas registradas.
El departamento de Gracias a Dios ha sido la región política de más reciente creación, el Decreto No. 52 de 21 de febrero de 1957 lo creó cuando el país era regido por una Junta Militar de Gobierno. La fotografía de Juan Pablo Martell le retrata a pocos años de esa denominación política, que poco o nada influyó en la vida cotidiana del pueblo Miskito. La fotografía superior nos muestra a tres mujeres tejiendo hojas de Tique para la elaboración de un techo tradicional, los tallos de caña brava en el suelo nos dan la pista de ello, ya que se utilizan como soporte del entramado del Tique que posteriormente será colocado en hileras sobre la madera que sostendrá al techo. El Tique es una palma que alcanza de 4 a 7 metros de altura muy utilizada por el pueblo Miskito, generalmente para la construcción del techo de sus residencias, pero también sirve para atar la carne producto de la caza así como para infinidad de usos cotidianos.
Lastimosamente no sabemos con certeza la ubicación geográfica donde se realizó esta fotografía, debió haber sido hacia la parte cercana a la costa Caribe, quizá cerca de Brús Laguna que la rodean extensas áreas cubiertas de pino, o en Ahuas, comunidad cercana al río Patuca que está ubicada en una sabana de pinos, pero solo podemos especular sobre el sitio exacto en donde se ha realizado esta y otras fotografías de la misma serie de la mosquitia hondureña. Hacia el fondo vemos un claro despejado entre la foresta de pinos, lo que bien puede ser pista de aterrizaje, lo que refuerza la idea de ser Ahuas el sitio de la imagen, información que el maestro Martell solo insinuó.
Lamentablemente se desconoce la ubicación geográfica donde ha sido realizada la fotografía que nos muestra a una pequeña tomando agua de una bomba instalada para proveerle. Este tipo de bombas manuales han sido comunes en nuestro país hasta hace poco menos de medio siglo, cuando los sistemas estatales de agua potable poco a poco han sido instalados en comunidades urbanas o rurales, relegando el uso de este sistema hidráulico para la obtención de agua, generalmente de un pozo perforado especialmente para este fin.
Admiramos nuevamente el dominio del maestro Juan Pablo Martell de la sensación de cotidianidad, pareciendo que el fotógrafo y su cámara no estuviesen en la escena retratada que se percibe natural y sin montaje premeditado. Difícilmente se trate de una comunidad al interior del país, la losa de cemento, la dimensión de la bomba o el uso de baldes de manufactura metálica parecen indicar se ubica la escena en un espacio urbano o cercano a una ciudad, aunque en la imagen no se perciban casas o elementos propios de un núcleo urbano, esto claro solo es especulación de quien escribe estas líneas. En las entrevistas al maestro Martell afirmó no recordar exactamente la ubicación de esta fotografía, mencionando únicamente que podría tratarse de Villa Vieja, comunidad situada al Este de la ciudad de Tegucigalpa. La topografía del fondo de la fotografía pareciera afirmar lo aseverado, ya que es muy similar al fondo montañoso de la ciudad Capital. Pero es una posibilidad y los signos antes dichos lo refuerzan.
En el extremo superior izquierdo de la imagen vemos el brazo de una mujer que acciona la bomba, seguramente la madre que desea hidratar a su hija, apenas vemos el brazo y parte de la cuadrícula de su vestimenta, elementos muy pequeños para tener la certeza de su identidad, apenas alcanza su presencia para insinuar quien acciona el mecanismo que hace salir el agua que bebe la pequeña, acción sin la cual la fotografía perdería todo su carácter de documento testimonial que congela para la posteridad el uso de bombas hidráulicas para abastecer de agua a la población hondureña en tiempos pretéritos, práctica que era tan común en otros tiempos y cada vez menos posible de admirar en la actualidad.
Campesinos de tradición Lenca les nombra Anne Chapmann (1922-2010) a los herederos contemporáneos del pueblo Lenca. La pérdida de su lengua es una de las principales razones que esgrime la célebre investigadora como razón para ello, además de la pérdida gradual de costumbres y tradiciones, prácticas cotidianas y la cada vez más aculturización de su vida diaria en detrimento de su legado indígena. Pese a todo, la cultura Lenca es sin duda el pueblo mayoritario que habita nuestra nación, y el que quizá mayor área geográfica ocupa en la actualidad.
La zona occidental del país, en especial el departamento de Lempira es donde se concentra mayoritariamente su población actual, siendo comunidades como Erandique, puntos importantes en su historia. De hecho, esta comunidad rivalizaba con Gracias –la cabecera departamental-, con el uso de un aeródromo muy utilizado hacia la segunda mitad del pasado siglo XX como punto comercial y de acceso a la región. El mercado retratado en la fotografía de Martell es una muestra de la actividad comercial de la comunidad y reflejo de la importancia del mercado en la sociedad indígena, práctica que persistía cuando se realizaron las tomas y que en el presente se ha visto disminuida. De hecho, el día de mercado es todo un acontecimiento social y cultural en comunidades lencas, principalmente en Lempira e Intibucá, departamentos que concentran altas densidades de población y que poco a poco han visto disminuir esta práctica comercial, que se adapta al permanente alcance de los productos y servicios de manera constante que se tiene en una economía moderna y comercial.
Prácticas como el trueque o la disponibilidad de alimentos tradicionales como los hongos, las pacayas u otros que antaño se consumían cotidianamente y que podían encontrarse en la práctica del día de mercado, ahora son cada vez más escasos y difíciles de hallar, sin contar con el impacto que significa perder la costumbre de comerciar y los enlaces sociales que esta práctica afianzaba y reproducía desde tiempos inmemoriales, elementos que la imagen de Martell nos permite apreciar, retratando tanto a vendedores, compradores o a aquellos que simplemente caminan entre ellos.
Ocultar una cámara de formato mediano siempre ha sido una preocupación para el fotógrafo documental, el tamaño mayor de su original fotográfico hace también que la dimensión de la cámara sea más grande que las que podemos ver del convencional 35mm. Mencionamos este detalle porque si admiramos la imagen tomada por Juan Pablo Martell en San Juan Guarita parece una escena cotidiana en donde no existiese el personaje ajeno del fotógrafo en el lugar, los tres vecinos de la comunidad que aparecen retratados no muestran ninguna señal de alteración por saberse fotografiados, ven la presencia de Martell como algo natural, logro que todo documentalista quisiera alcanzar.
Desconocemos los pormenores de la imagen, tres vecinos parecen esperar a un cuarto participante que viene caminando hacia ellos, los tres que esperan en el corredor bajo techo parecen conversar a lo lejos con quien camina hacia esa posición. Las columnas de madera que sostienen un alero del techo y dan sombra al corredor frente a las casas es una costumbre en las comunidades del interior de Honduras, permite que los residentes conversen entre ellos o con sus vecinos en una práctica social muy arraigada en las comunidades del área rural. San Juan Guarita es un municipio creado oficialmente en 1921, se desprendió del que ya existía denominado Guarita y es una población cuya cercanía a El Salvador le hace tener fuertes vínculos comerciales y familiares con el vecino país. Su escarpada geografía le han hecho desde siempre zona de difícil acceso vehicular, y su otrora paisaje lleno de pinos y robles ha quedado sólo en fotografías debido a su explotación sin control en el último medio siglo.
La reciente creación del municipio de San Juan Guarita hace que edificaciones como su iglesia católica sean modestas, a diferencia de la mayoría de los templos católicos de los municipios aledaños que muestran imponentes construcciones heredadas de la colonia española. En la fotografía vemos de fondo esta iglesia, misma que se ve modesta e iluminada por una luz solar diagonal, que hace que la sombra proyectada de su techo se magnifique y oscurezca casi la mitad de su fachada, pero que la sencillez del edificio hace que esta sombra no altere su arquitectura, ya que carece de decorados o planos.
Fundada en la primera mitad del siglo XVI, Comayagua es de las primeras ciudades que la corona española estableció en la región para afianzar su dominio político y económico. Capital de la entonces Provincia de Honduras y ubicada en una privilegiada posición geográfica y al centro de un fértil valle, Comayagua poco a poco se convirtió en una prospera ciudad cuya arquitectura comenzó a reflejar ese crecimiento. Ejemplo de ello lo fue la Caxa Real, el edificio que centralizó la circulación de bienes y moneda, así como fue el control administrativo de la nación en tiempos de la colonia española.
La fotografía de Juan Pablo Martell nos muestra el muro externo de la Caxa Real de Comayagua en tiempos en los cuales la ciudad había caído en el descuido, la calle de tierra e irregular es una prueba de ello. Esta imponente edificación fue afectada por terremotos que sacudieron la región central del país en los siglos XVIII y XIX, dañando seriamente su estructura y provocando el desplome de sus paredes hasta quedar en pie únicamente su sólida puerta de acceso y el muro frontal. Y si bien es cierto es una tragedia la pérdida de este valioso inmueble, su destrucción nos ha permitido estudiar su sistema de construcción, ya que ha dejado visibles los materiales usados para levantar sus gruesas paredes, dimensión que podemos admirar hacia el extremo superior derecho de la fotografía que nos muestra una ventana y permite ver el ancho de esa pared.
La hora que ha decidido el maestro Martell para realizar la fotografía es el mediodía, por ello notamos la fachada perfectamente iluminada y sin sombras extensas que impidan admirar detalles, la imagen debió haber sido captada quizá hacia la una de la tarde, ya que esta fachada da hacia el Oeste y se ve perfectamente iluminada. Este dato de la hora en que ha sido hecha la fotografía parecerá trivial, pero es lo que permite ver la fachada perfectamente, la textura de la piedra, los pequeños detalles arquitectónicos que aún quedaban e inclusive si la fotografía fuese solo un detalle de la puerta de piedra en pie, la luz proyectada a esa hora permitiría leer con facilidad la inscripción labrada en el dintel de ésta que detalla información sobre la construcción del inmueble. Por ello la elección correcta de la hora precisa es crucial en la fotografía documental.
Construida en la primera mitad del pasado siglo XX, la antigua Casa Presidencial es una de las más emblemáticas edificaciones públicas del país erigidas en el centro histórico de Tegucigalpa. Fue sede del Gobierno central hasta el año 1990 y alberga en la actualidad al Centro Documental de Investigaciones Históricas de Honduras.
La fotografía de Juan Pablo Martell nos muestra su fachada iluminada por el Sol matutino, fue tomada cuando funcionaba aún como sede del Gobierno y estaba pintada de color azul celeste, de nuevo la elección correcta de la hora del día para realizar la fotografía ayuda enormemente a que se aprecie mejor la arquitectura del edificio y sus detalles decorativos, además de hacerle destacar del cielo creando un efecto de contraste estético y funcional perfecto para el registro visual de la edificación. El nivel de cuidado de los detalles de Martell llega inclusive a esperar que el viento haga ondear la bandera nacional sobre la cúpula central, lo que parecerá sin importancia pero cuando se trata de fotografía análoga en 120mm no es simple casualidad. Recordemos que cada carrete de película de este formato cargado en la cámara sólo permitía realizar 12 tomas, lo que significaba que como fotógrafo cada toma valía por si misma, no teniendo la facilidad moderna de hacer 100 o 200 fotografías del edificio para ver luego en cual de ellas la bandera flameaba movida por el viento.
La fotografía en espacios urbanos reviste problemáticas distintas a la realizada hacia el interior del país o en la naturaleza: los autos, las aglomeración de personas, cables, y un sin fin de factores ajenos al fotógrafo que debe saber sortear. Ejemplo de ellos son los dos autos que cruzan la calle y tapan parcialmente la rotonda central de acceso a la antigua Presidencial, elementos que de no estar presentes seguramente enriquecerían la imagen al permitirnos apreciar las columnas completas y el decorado entero de este acceso. Pero como mencionamos el párrafo anterior, en película cada toma cuenta y en ocasiones estos distractores visuales son elementos con los cuales el fotógrafo debía saber convivir, evitando algunos, pero sufriendo la mayoría de las veces por otros. La fotografía documental en película no era sencilla, pero ese arte en realidad nunca lo será.
La traza en cuadrícula que distingue al centro histórico de Comayagüela contrasta con la topografía irregular de la parte de Tegucigalpa, la que se aprecia hacia la parte superior de la imagen aérea que Juan Pablo Martell realizaría a mediados de la década del sesenta del pasado siglo XX de las ciudades gemelas, las que juntas componen el Municipio del Distrito Central, capital de la República de Honduras a partir el año 1880.
La antigua Villa de la Concepción de Comayagüela luce en la fotografía en tiempos que no había sido afectada por dos destructores meteoros que cambiaron su fisonomía hacia el último cuarto del siglo XX: los huracanes Fifí en 1974 y Mitch en 1998. Admiramos también en la imagen un trazo ordenado de la ciudad, con comercios y mercados delimitados, sus plazas públicas (La Libertad y Colón) igualmente ordenadas así como muchas casas aún residenciales de patios arbolados y techos de teja, imagen que contrasta con la apariencia presente de la ciudad, en donde el comercio informal y los mercados han crecido y ocupado las calles y avenidas de áreas que en la fotografía se ven libres y despejadas.
El río Grande o Choluteca divide las dos ciudades, en lo político en el país y en lo visual en la fotografía de Martell, cruza de derecha a izquierda partiendo en dos la imagen, la inferior que corresponde a Comayagüela se mira poblada, la superior retrata a Tegucigalpa congestionada en parte de su centro histórico, pero despoblada hacia sus zonas altas en el centro de la fotografía, partes de la ciudad en la actualidad densamente ocupadas y padeciendo serios problemas sociales de violencia y sumidas en la pobreza.
La toma de este tipo de fotografías en esa época es complicada, un sobrevuelo de avioneta volando bajo ha sido necesario para hacerla, en la actualidad sería un vuelo no permitido debido a esa altura. A ello debemos sumar que cruzar la ciudad de Oeste a Este en avioneta se hace en segundos, tiempo escaso que debe el fotógrafo saber administrar para realizar su toma, cuidando aspectos técnicos de la toma en sí, además de mantener siempre la línea de horizonte entre tantas variables a tomar en cuenta.