Por Paúl Martínez. Fototeca Nacional Universitaria
Datos biográficos
Evaristo López Rojas nació en la ciudad de Tegucigalpa, departamento de Francisco Morazán, un 25 de diciembre del año 1941. Es el menor de tres hermanos: Rafael Iván (1935-1991) y María Concepción (1939-2012), frutos del hogar formado por Rafael López Rodas (1898-1991) y Leonor Rojas Barón (1902-1987). Su padre fue un prominente exponente de las artes gráficas en Honduras, el que inició en 1947 la empresa R. López & Cia. misma que en 1977 se convirtió en lo que hoy conocemos como Litografía López, nombre que ha llegado a convertirse en un referente para la historia del arte y la cultura de nuestra nación. Desde pequeño, la actividad profesional de su padre influyó en la inclinación del hijo hacia las artes gráficas y los procesos de producción implícitos en ella, en especial la fotografía, disciplina que con el paso del tiempo llegó a convertirse en la pasión de su vida, y en la cual ha dejado un valioso acervo que hoy nos sirve para construir la historia del arte hondureño y reconocer en sus registros la imagen de los principales protagonistas de esa historia. Literatos, artistas o documentalistas forman parte de los personajes retratados principalmente desde el último cuarto del pasado siglo XX por el lente de Evaristo. Debemos destacar además dentro de sus aportes, un valioso registro fotográfico que consiste en alrededor de 2,000 obras de artistas nacionales en distintas disciplinas (en especial pintura y escultura) que forman parte también de su vasto corpus de imágenes.
Retratos de una época, la colección
Evaristo López Rojas inició hacia 1986 el proyecto de registrar fotográficamente personalidades del arte y de la cultura en el país como un homenaje personal que deseaba se convirtiese a futuro en un proyecto editorial, con el paso del tiempo este registro fue ampliándose y se extendió hasta finales de la primera década del siglo XXI, quedando pendiente la edición del proyecto original del artista de hacer una publicación homenaje a las personalidades retratadas. En el año 2015, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras a través de la Vicerrectoría Académica adquiere los originales fotográficos que componen esta colección que se tituló Retratos de una época.
Componen este fondo documental 500 negativos en película blanco y negro, de los cuales se realizó una exposición homónima a la colección, que fue inaugurada el día martes 12 de mayo del año 2015 en las instalaciones del Centro de Arte y Cultura de nuestra Universidad, espacio cultural que está ubicado en el barrio Concepción, en la ciudad de Comayagüela. La muestra la componían 20 fotografías ampliadas de 20 x 24 pulgadas y dos ampliaciones que adheridas a la pared cubrían dos de ellas en el salón: un retrato de Ezequiel Padilla Ayestas de 100 x 128 pulgadas y un retrato de Miguel Ángel Ruíz Matute junto a Ezequiel Padilla Ayestas de 139 x 139 pulgadas. Esta colección fotográfica permitió también a la Institución editar el libro homenaje: Evaristo López Rojas. Retratos de una época, el cual reunía 106 fotografías del artista acompañadas de textos de cinco autores refiriéndose a las mismas desde distintas áreas del saber. Este libro fue presentado oficialmente en el marco de los actos de inauguración del Año Académico Cultural 2016 José Cecilio del Valle, acto que se realizó en la casa del prócer en la ciudad de Choluteca.
Todas las fotografías que componen esta colección fueron realizadas en película negativa en blanco y negro formato 120mm, principalmente 6 x 6 cm y en algunos casos 9 x 6 cm, captadas con lo que en su momento fue la mejor tecnología fotográfica de su época: cámaras Hasselblad y Linhof de formato mediano.
La película fotográfica en el formato 120mm fue hasta hace poco más de una década, el estándar más alto de calidad que podía encontrarse en nuestro medio. En países como Estados Unidos o en Europa, el formato placa era de mayor dimensión su original y por ende presentaba mejor calidad de reproducción, pero a nivel país, fue el formato mediano el que mayor definición brindaba, haciéndose con él los trabajos que exigían mejor calidad y nitidez. En este formato fueron tomadas todas las fotografías que componen la serie Retratos de una época realizada por Evaristo López Rojas entre los años 1988-2008. Cabe aclarar que existen retratos previos a esta serie, como las imágenes que realizó del artista Ezequiel Padilla Ayestas (1944-2015) del año 1974 o de artistas como Dante Lazzaroni (1925-1995) del año 1984 o Miguel Ángel Ruíz Matute (1928-2018) y muchos más, pero cuya realización difiere en formato y composición a la reunida bajo el nombre de Retratos de una época.
El retrato en fotografía
Evaristo López Rojas logró lo que pocos artistas de la fotografía han alcanzado hacer. Para nadie es extraño conocer del temperamento difícil de los artistas a lo largo de toda la historia de la humanidad, por lo que no causará sorpresa encontrar pocos registros de muchos de ellos, debido a su carácter por lo general huraño y en buena medida persistentemente esquivo. Para quienes han conocido personalmente a Juana Pavón, Ezequiel Padilla Ayestas o Felipe Burchard -retratados en las fotografías de Evaristo-, entenderán la dificultad que representó el convencerles a posar para una cámara. Parece un comentario casi insustancial, pero en el estudio el artista ha debido resolver esta dificultad, ganando la confianza del modelo y hacerle retratar de manera cotidiana y sin artificialidad, captando como pocos la esencia del personaje en la fotografía.
Buena parte de los retratados han sido invitados al estudio de Evaristo ubicado en una antigua casa del barrio La Ronda, otra parte de las fotografías fue hecha en el estudio o la residencia de los retratados y una menor cantidad fue hecha en espacios públicos como parques o teatros. Las fotografías realizadas en el estudio en La Ronda, comparten un fondo común que les agrupa, en ellas ha sido iluminado el modelo con lámparas de flash, generalmente dos de ellas con sombrillas de rebote de luz, mismas que podemos admirar reflejadas en uno de los retratos hechos a Felipe Burchard, hacia la parte superior derecha del cristal de sus lentes. La iluminación es fundamental en la fotografía, es parte intrínseca de la misma, el uso de una fuente artificial es un medio de resaltar los aspectos del modelo que el fotógrafo considera deben ser destacados o disminuidos.
Desde sus inicios, la fotografía como disciplina artística se especializó en el retrato. Los primeros estudios basaban buena parte de sus ingresos en la facilidad relativa y costo menor que ofrecía el retrato fotográfico ante las tradicionales técnicas del dibujo, la pintura o la escultura, cuya ejecución era más costosa y requería mayor tiempo de realización. Sin embargo -a lo largo de sus casi dos siglos de existencia-, poco a poco la fotografía dejó de ser el auxiliar de las llamadas artes mayores (dibujo, pintura o escultura) para convertirse en una disciplina artística por derecho propio y con su estética, evolución e historia independientes.
Evaristo López Rojas forma parte ya de la historia de la fotografía documental en Honduras, ya que ha conseguido con su colección de retratos fijar para la posteridad la imagen de lo más granado de la vida artística e intelectual de la Honduras del último cuarto del siglo XX, una generación de artistas y literatos que poco a poco ha debido marcharse a la eternidad, quedando para nosotros únicamente su legado y su imagen retratada en esta trascendental colección.
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Evaristo López Rojas realizó en el año 1990 una sesión fotográfica en la biblioteca de la historiadora ubicada en su residencia en el barrio La Ronda. En medio de una impresionante colección bibliográfica, Leticia de Oyuela fue retratada sentada en su cómodo asiento, leyendo como lo hizo siempre cada día de su fecunda vida de investigación y valiosos aportes a la bibliografía nacional.
Doce tomas componen esta serie de la prolífica escritora, siendo la imagen superior la No. 12, la última de la cinta de película blanco y negro que el artista captó con su cámara. Una luz continúa generada por una lámpara de tungsteno ubicó Evaristo para iluminar la escena, la que colocó hacia la parte superior derecha, iluminando de manera uniforme toda esa área dejando en penumbra la zona izquierda, esa ubicación de la luz permitió al fotógrafo destacar a la modelo y a su asiento, separándoles del fondo que aún oscuro permite apreciar que la escena se ubica en una biblioteca con valiosos libros perfectamente ordenados en su estantería.
Leticia de Oyuela sostiene un libro en su regazo, lo que refuerza la idea de intelectualidad del quehacer de la retratada, su prolífica producción editorial suma 27 títulos publicados, sin contar su vasta creación literaria que apareció en revistas y diarios nacionales o extranjeros. Temas históricos, culturales, artísticos o sociales forman parte de la amplia gama de temas que la historiadora investigó e interpretó. Todo este legado y la presencia de su personalidad pueden admirarse a través del retrato hecho a ella por Evaristo López Rojas en la presente serie, la que sin duda reviste mayor trascendencia al correr del tiempo. En el año 2019, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras nombró el Año Académico Cultural Irma Leticia Silva de Oyuela como un homenaje a su figura y a su legado, un honor merecido que le enaltece aún más.
Leticia de Oyuela nació el 20 de agosto del año 1935 en la ciudad de Tegucigalpa, su fallecimiento consternó a la misma ciudad que le vio nacer el 23 de enero de 2008, y con ella culmina un florecimiento insigne del arte y de la cultura en nuestro país.
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En el segundo piso de su residencia en la colonia Miraflores de Tegucigalpa, sentado en la comodidad de su escritorio, Roberto Sosa posa sus manos en la máquina de escribir en la cual nacieron páginas memorables dentro de la poesía hondureña. Pocas personas tuvieron ese privilegio de retratar al poeta en su más íntimo refugio, rodeado de sus libros, de sus manuscritos y de sus objetos más preciados.
Lo que muchos olvidamos es que la fotografía es mucho más que simple equipo, la cámara no hace al fotógrafo se ha dicho hasta la saciedad, y este retrato del poeta Sosa así lo confirma. Esa iluminación que parece irreal es la simple lámpara de mesa que ha tenido el poeta para alumbrar su escritorio. Evaristo López quitó la pantalla de difusión de la misma y la sencilla luz del bombillo dió esa atmósfera de calidez y oscuridad que hace distinta a esa escena. Pero aprovechar este artilugio no es tan sencillo como parece, requiere conocimiento, experiencia y dominio perfecto de las técnicas fotográficas.
La película utilizada en esa sesión fue Kodak TMAX ISO 400, una sensibilidad alta para fotografía análoga, lo que significa grano visible en la impresión final. El bombillo promedio de una lámpara de casa puede tener de 60 a 80 W, lo que produce en realidad un radio de iluminación reducido, la sensibilidad alta de la película hace que esa escasa luz no produzca una fotografía sub expuesta (oscura), pero para disminuir el grano alto que ésta produce, el fotógrafo debe variar los tiempos de revelado ya en el cuarto oscuro, dando más tiempo de inmersión a la película en el químico de revelado. Realizar esta técnica en un cuarto oscuro requiere conocimiento pleno del proceso químico de revelado fotográfico, por ello admiramos en esta imagen una iluminación inusual, sin grano evidente que tendría que tener por ser usada en ella una sensibilidad alta de 400.
Roberto Sosa nació en la ciudad de Yoro el 18 de abril de 1930, falleció el 23 de mayo de 2011 en Tegucigalpa. La Universidad Nacional Autónoma de Honduras nombró el Año Académico Cultural 2013 Roberto Sosa como un homenaje a la vida del poeta y un justo y merecido reconocimiento a su obra.
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Quien ha sido considerada la intelectual más retratada en la historia del arte hondureño no podía faltar en la colección de fotografías realizadas por Evaristo López Rojas. En la calidez de su sala en el barrio La Hoya, en Tegucigalpa, Clementina posó para ser retratada en la que fue en su momento una de las más valiosas colecciones de arte plástico del país que cubría todas las paredes de su casa de habitación. Bajo este maravilloso marco se realizó la sesión fotográfica que consta de 24 originales reunidos en dos cintas de película blanco y negro formato 120mm.
Clementina Suárez fue una referente del arte y de la cultura en Honduras a todo lo largo de la segunda mitad del siglo XX, su permanente apoyo a artistas de la pintura, escritores y gestores culturales fue una constante en ese medio siglo y ha extendido sus frutos hasta el presente. La fotografía de Evaristo retrata a una Clementina de 87 años, cuya edad no detenía su determinación y participación en la vida social y cultural de la Tegucigalpa de ese entonces. Su sencillo vestido y su porte sereno, parecen disminuir el fuego interior que le caracterizó siempre. Su vida polémica, intensa y siempre adelantada a su época parecen cosa del pasado en la imagen sosegada que nos transmite el retrato de Evaristo, el que parece congelar para el tiempo a una luchadora en descanso, con las manos posadas en su regazo, quietas y en calma, viendo hacia el horizonte como esquivando mirar al lente que le congelaba para la posteridad.
Quizá este retrato de Clementina no muestre la imagen intensa que todos recordamos, pero si retrata una época que quizá llegaba a su fin para dar paso a una nueva generación de artistas y actores de la cultura formados en su ejemplo y que crecieron admirándole, quizá Evaristo retrató en realidad a toda esa época que con ella concluía.
Clementina Suárez nace el 12 de mayo de 1902 en la ciudad de Juticalpa, su trágica muerte acaeció en un triste diciembre del año 1991 en Tegucigalpa. La Universidad Nacional Autónoma de Honduras denominó su Año Académico Cultural 2013 Clementina Suárez para honrar la memoria de la insigne poetisa y permanente mecenas de las artes y la cultura en nuestro país.
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Hacer sonreír a un niño no es tarea fácil, captar su atención y pasar desapercibidos sosteniendo una cámara Hasselblad sobre un trípode Manfrotto es casi un acto de magia. Para nadie que hace fotografía le resulta extraño notar que la cotidianidad de una escena se pierde cuando aparece ese intruso mecánico que llamamos cámara y desea congelar la escena para la posteridad ¿Cómo puede un fotógrafo pasar inadvertido ante la mirada curiosa de seis niños en una sala? Simple, se le llama oficio. Ganarse la confianza y hacer sentir cómodo al retratado es un arte que sólo se domina con experiencia, con pasión y con constancia, las tres cualidades encontramos en el oficio de fotógrafo demostrado por Evaristo López Rojas en esta serie en especial.
La imagen retrata a un escritor que hace historias para niños, y la biblioteca en su residencia en la colonia Loarque, fue el escenario perfecto para esta fotografía, en medio de sus libros, en el centro de su hogar, rodeado de las risas de niños y niñas para quienes escribió sus cuentos, para quienes creó mundos propios. Seis niños rodean a Berríos: tres niños, tres niñas escuchan sus cuentos y ríen con ellos, se sumergen en sus propios mundos y olvidan que a pocos pasos de ellos se halla el fotógrafo registrando el suceso en una tira de película que quince años después nos permite revivir la magia de la imaginación y la sencillez de la risa infantil retratadas junto al autor de los libros. Mejor tributo a un creador de historias para niños no puede ser esta imagen, mejor retrato no podríamos encontrar. El escritor y su público unidos en la narración y la magia que genera, una especie de regreso a la tradición de los cuentos e historias orales de nuestro remoto pasado, el autor que al leer su obra estrecha los lazos que le unen con el público que le escucha y se ve retratado y transportado a su vez dentro de ellas.
Rubén Berríos nació en la ciudad de La Lima en 1936, falleció en Tegucigalpa el 25 de abril de 2007. Ahora es como uno de esos pájaros dormidos sobre la arena que leemos en sus relatos, los que escribió aquel hombre adulto que decían tenía un alma de niño.
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Autor de muchas de las obras de teatro hondureño más reconocidas y presentadas a nivel nacional e internacional, Rafael Murillo Selva posa de manera natural ante el lente de Evaristo López Rojas en el estudio de éste en el histórico barrio La Ronda de Tegucigalpa.
Forma parte de los contados casos en los cuales Evaristo ha decidido ubicar al modelo sobre un fondo negro y la luz principal que le ilumina ponerla hacia la izquierda de él, dejando en penumbra el lado derecho, que es en la mayoría de las imágenes de esta serie siempre la cara más iluminada. Dos lámparas de flash utilizó el artista en este retrato, la luz más fuerte como ya mencionamos, la ubicó hacia la izquierda y una luz más débil o alejada del modelo en su parte derecha. Vemos en esta fotografía un Rafael Murillo Selva serio, no ve directamente al lente de la cámara, parece fijar su mirada ligeramente arriba de ella, quizá coincidiendo con una indicación del fotógrafo que teniendo la cámara fija en un trípode, puede al estar de pie llamar la atención del retratado y evitar vea directamente al lente de la cámara, dándole cierto aire de naturalidad a la toma al no transmitir la sensación de posar y ver directamente el retratado a una cámara.
Levantar El año 1998 marcó a Honduras y en especial a la ciudad de Tegucigalpa, el paso del huracán Mitch dejó tras de sí una estela de destrucción y tragedias pocas veces vista en nuestra historia reciente. En momentos se creyó que el agua que anegó algunos puntos del centro histórico de Tegucigalpa llegaría inclusive a amenazar al barrio La Ronda, en donde quedaba el estudio de Evaristo y sitio en donde esta y muchas otras fotografías de la serie Retratos de una época fueron realizadas. Murillo Selva al posar ante el lente fue como tantos capitalinos que sin imaginar la dimensión de la tragedia, hacían sus vidas, descollando en el arte y haciendo crecer la cultura con sus obras. A 1998 le antecedían sus obras Danza con Almas (1996) y Nadie es capaz (1997), en su mente bullían nuevos proyectos siempre teniendo como centro la tradición oral y el alma del hondureño común y corriente, misma que en su mirada absorta en esta imagen quizá se retrate.
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Polémica e intensa, Juana Pavón parece detener su fuego interno en la serie fotográfica que haría Evaristo López Rojas de ella, al posar serena y pensativa, la mirada ausente y fija en un punto en la tierra, quizá viendo a esa Honduras que siempre había pensado tenía nombre de mujer. La tierra y sus habitantes que se estremecían ante la voz de la que gustaban llamar Juana la loca, sin detenerse a pensar que demente es la sociedad que injusta y desigual produce locos y locas por montones.
En la fotografía quedan atrás las denuncias y los improperios a las leyes para mujeres, hechas por los hombres, el Nosotras las que siempre callamos no fue escrito para ella, imposible hacerle guardar silencio, no era posible pedirle recato pueblerino a quien tenía tantos motivos para gritar. Curiosa paz la que transmite la fotografía de Evaristo, quien usa en esta serie sólo una fuente de luz, a diferencia de la práctica común de los fotógrafos de utilizar dos en este tipo de retratos y la que es la constante en casi toda la colección Retratos de una época. Esta luz ubicada hacia la derecha de la modelo, ilumina sólo esta parte, viniendo la luz desde arriba, lo cual refuerza la vista baja y pensativa creando un ambiente de contrastes entre la luz dura de la lámpara y la pose serena de la modelo, situación que refuerza también su vestuario, una blusa oscura (azul oscuro) con el cuello calado con decoración clara (hilos blancos).
A Juana Pavón la ubica el fotógrafo más cercana a la pared de tela con textura, la que usa Evaristo como fondo en varias de las fotografías a artistas e intelectuales que componen esta colección. Por la incidencia del uso de una lámpara única, este fondo se aprecia más oscuro que en otras imágenes en donde también lo utiliza, y pese a esa oscuridad y al vestuario o cabello oscuro el fotógrafo consigue diferenciar la modelo de la tela en sombras que es el fondo en esta imagen en especial.
Margarita Velásquez Pavón nació el 19 de julio de 1945 en San Marcos de Colón, en el departamento de Choluteca, falleció en la ciudad de Tegucigalpa el 28 de marzo de 2019 luego de perder la batalla contra el único enemigo que le logró vencer: el cáncer.
Amigos entrañables, compañero de infinitas tazas de café, Carlos Saúl Toro Fernández construyó con Evaristo una hermandad de casi toda una vida. Quizá por ello la sonrisa en el rostro del maestro del arte dramático, del pintor, ya que su carácter no era prodigo en obsequiar sonrisas a foráneos. La fotografía fue hecha en la biblioteca de Saúl en la colonia La Cabaña, la antigua residencia del dramaturgo en Tegucigalpa. Entre esas paredes tomarían forma muchas obras de teatro que Saúl Toro hizo posibles, y también se crearían en ese espacio muchas obras plásticas que el artista creó inspiradas en los libros teológicos que atesoró en sus estanterías.
En esta fotografía Evaristo prescindió de la luz artificial de una o dos lámparas, utilizando en cambio la sencilla y clara luz natural de la ventana del estudio de Saúl. Iluminación que quizá condicionó la elección de una apertura abierta del diafragma, lo que se puede inferir por el enfoque que se hace nítido en el rostro del retratado y su área inmediata -camisa, digamos-, y se va perdiendo levemente en el libro, el pantalón y en el fondo de libros en la estantería. Condiciona esta iluminación el uso de una apertura abierta ya que se necesita aclarar la fotografía, o mejor dicho, que una cantidad mayor de luz entre por el lente de la cámara y asegurar que no sea una fotografía oscura la que capte la película debido a una menor iluminación que ofrece la ventana.
La imagen retrata la actividad que ocupaba buena parte del día a día de Saúl Toro: la lectura; ávido lector, el sumergirse en este hábito le convirtió al paso de los años en un pensador intuitivo y de constante reflexión, gran conversador y excelente narrador, cualquiera que admire la fotografía encontrará estas cualidades en el modelo retratado, lo que dimensiona la capacidad del fotógrafo de retratar no sólo el aspecto físico exterior del modelo, sino también su personalidad interior, su verdadera alma.
Saúl Toro nació en Gualala, departamento de Santa Bárbara en el año 1939, falleció en Tegucigalpa el 5 de octubre de 2017, con el fallece no solo el pintor, o actor y director, se marcha también un entrañable amigo e ilustrado hombre que dedicó su vida al arte.
En el año 1973 un soñador de origen francés vendría a Honduras sin pensar que se convertiría ésta en su segunda patria. René Pauck encontró en nuestro país la calidez y el aprecio que le hizo enraizarse y formar un hogar. Documentalista apasionado y perenne explorador, su aporte a la etnografía e historia social de Honduras le han asegurado un sitio de honor en la historia cultural de nuestra nación.
Esa es la dimensión del retratado en la fotografía de Evaristo López Rojas, sesión que se realizaría en el estudio del barrio La Ronda, en Tegucigalpa. Una luz de flash necesitaría únicamente Evaristo para retratar la sencillez de este francés adoptado por Honduras, una leve sonrisa se dibuja en el rostro del documentalista retratado, su mirada fija viendo a la cámara denota la confianza entre artistas del lente y la comodidad que se siente posar ante el amigo, eliminando distancias y el temor natural que ante las cámaras padecen la mayoría de los modelos a retratar.
Todas las fotografías de esta colección Retratos de una época fueron realizadas con cámaras Hasselblad de formato mediano 6x6 cm, excepto el presente de René Pauck, mismo que fue tomado con una cámara Linhof 6x9 cm. La diferencia entre ambas no es únicamente la dimensión del original fotográfico (tres centímetros mayor el generado por la cámara Linhof en comparación al modelo Hasselblad), la primera es una cámara más compleja de utilizar, su sistema de fuelle y enfoque en una placa de vidrio esmerilado, además de presentar una visión invertida hacen que sea un poco más compleja la toma de fotografías, a diferencia del modelo Hasselblad, más compacto y diseñado para facilitar la captura fotográfica en cierta medida.
Azar o destino, el registro documental de Pauck se diferencia del resto de la colección, y no sólo en cuestión técnica, la posición del retratado es más rígida que en el resto y la iluminación ha sido colocada casi a la altura del modelo, haciendo un juego de luz distinto al resto de la colección, quizá el documentalista deseo ser diferente, sin poses, sin cuidar apariencias, sencillamente un francés-hondureño sentado frente a un amigo.
No es común encontrar el retrato de un fotógrafo realizado por otro fotógrafo. Menor es la posibilidad de que esa imagen retrate una mujer, una reconocida artista del lente. Evaristo López Rojas realizó en el año 2006 este retrato que nos muestra una de las artistas de esta disciplina que más ha expuesto su trabajo a nivel internacional.
Nacida al interior del pueblo lenca, Nicolasa lleva orgullosa su sangre indígena y exhibe en sus obras el paisaje y la cultura de su gente, clama por la protección de la naturaleza y los recursos que ella generosa nos brinda. La fotografía hecha por Evaristo fue captada en el estudio del barrio La Ronda, retrata a una mujer sencilla, sin maquillaje ni retoques artificiales, de vestir sencillo, de pose natural, refleja la naturalidad y sencillez de sus fotografías. El fondo es el mismo que comparte con otras fotografías hechas en esta colección, una tela con textura, la iluminación si le hace distinta, una lámpara única ubicada hacia la derecha del modelo y a su misma altura, lo que provoca una fotografía en donde se dividen a la mitad las zonas iluminadas y las zonas de sombra. Colocada casi al mismo nivel que ocupa la retratada, la sombra ilumina más de lo común el fondo de esta tela, haciendo que la sombra que proyecta la modelo casi quede fuera del cuadro hacia el extremo izquierdo de la imagen, y haciendo que el fondo de tela iluminado separe la zona de sombra a la izquierda y el cabello oscuro se destaquen de él.
Algo que caracteriza esta colección de Evaristo es la espontaneidad de las fotografías, y en esta en especial lo admiramos mejor. Es común en nuestras sociedades el hacer todo un ceremonial de arreglos previos antes de posar ante una cámara, nos referimos a salón de belleza, elección de vestuario y un sin fin de cosas similares, quienes se dedican a la fotografía de retrato o de sociedad lo saben mejor. Las imágenes de la colección Retratos de una época son distintas, ya que la dimensión del personaje retratado la imprime su personalidad, sus aportes, sus logros en distintas áreas de la vida social o cultural que se ven reflejados en las fotografías de Evaristo, en otras palabras, en esta colección se retratan legados, y cada personaje que ha posado para su lente refleja en su personalidad este acervo acumulado, este aporte a su sociedad y a su nación.
Sus columnas de opinión publicadas en periódicos nacionales desde hace un poco más de tres décadas le hacen un referente del llamado séptimo arte en nuestro país. Roberto Budde es retratado por Evaristo López Rojas en el estudio del barrio La Ronda, compartiendo similitudes y particularidades técnicas con otros retratos de esta serie.
La toma es de medio cuerpo, lo que hace un encuadre distinto a la inclinación de Evaristo de hacer tomas más cerradas de los retratados, el fondo es el mismo telón que admiramos en otros retratos de esta serie, la iluminación la hace con una sola lámpara de flash ubicada hacia la derecha del modelo, colocada hacia su mismo nivel lo que hace una fotografía contrastada claramente entre la parte iluminada y la parte en sombra, lo que a su vez hace resaltar la tela del chaleco de bolsas múltiples que caracteriza siempre a Budde, es inusual no verle siempre con su chaleco, lleno cada bolsillo de apuntes, recortes y más de alguna cámara de bolsillo para captar cualquier evento que llame su atención en el día a día.
Nuevamente vemos una fotografía que a simple vista parece casual, como lo sería una escena cotidiana en donde el retratado simplemente dialoga con el fotógrafo, en lugar de posar para él en un estudio fotográfico. No hay poses rebuscadas, no hay maquillaje, no hay retoques innecesarios, es un documento visual que retrata un amante del cine y de la fotografía. El carácter efusivo y vivaz de Budde queda velado en la imagen, su leve sonrisa parece insinuarlo, imaginamos la dificultad del fotógrafo de atenuar la febril actividad del retratado, lo que para cualquiera que le conozca es una parte de su personalidad. Roberto Budde junto a Enrique Ponce Garay (1947-2006) formaron una dupla que creó toda una cultura escrita sobre el séptimo arte, su relación fue tan cercana que el texto que iniciaba uno, lo terminaba el otro, y juntos crearon un acerbo literario sobre el cine y sus actores principales hasta ahora no igualado. La personalidad o la actividad profesional de aquellos retratados por el lente de Evaristo suelen fundirse en sus imágenes, dentro de la fotografía encontramos fielmente reflejados ese carácter y su identidad, cualquiera que admire el retrato de Budde puede verle tal como es.
Una amistad de casi medio siglo unió a Evaristo López Rojas y al artista plástico Ezequiel Padilla Ayestas, por ello es una de las figuras del arte más retratada por él. El primer retrato data del año 1974, la primera fotografía en formato profesional 120mm realizada en la residencia del artista en ese entonces. La imagen que ahora mostramos, corresponde a una serie captada casi dos décadas después, fue hecha en el estudio del barrio La Ronda, en Tegucigalpa. De fondo, una tela con textura que comparte con varios retratos realizados en el mismo espacio donde buena parte de toda una generación de los artistas más reconocidos del país posó para el lente de Evaristo.
La imagen de Ezequiel no podía ser más exacta a él: adusto, reflexivo, de mirada profunda y ojos inquisidores. Todo lo observa, todo lo parece guardar en su mente. La posición inclinada de su cuerpo parece ser una constante del artista al posar ante la cámara de Evaristo, ya que podemos observarla en otras tomas realizadas en distintas fechas y en diferentes escenarios. No refleja necesariamente una posición permanente del artista, ya que no caminaba o se paraba con esta inclinación, quizá era una respuesta inconsciente a la idea de ser retratado, muchas personas adoptan posiciones específicas a modo de sentir mayor comodidad ante una cámara, y acaso ello es lo que hacía tomar esta postura a Ezequiel al ser retratado.
Y así como Evaristo retrató a Ezequiel en múltiples sesiones a lo largo de casi medio siglo, el fotógrafo también fue inmortalizado en el lienzo del pintor, legándonos soberbias obras que retratan a Evaristo amigo y Evaristo icono de las artes gráficas en Honduras. Por ello la admiración y el registro documental fue reciproco, haciendo el fotógrafo valiosos registros del pintor y el pintor dejando valiosos lienzos del fotógrafo. Así funciona la vida y así se enriquecen las sociedades, con aportes mutuos y complementarios.
Ezequiel Padilla Ayestas nació el 14 de septiembre del año 1944 en Comayagüela, falleció el 21 de noviembre de 2015 en Tegucigalpa. Con él desaparece uno de los mayores exponentes del arte plástico nacional.
Rodeado de obras terminadas, otras en proceso, bocetos y lienzos en blanco, la fotografía del artista plástico Luis H. Padilla fue realizada en el estudio al interior de su residencia en la colonia Palmira, en Tegucigalpa. En el espacio de trabajo del pintor, Evaristo López Rojas le retrató en un momento de pausa en la creación, utilizando para ello la luz natural de la ventana del estudio, iluminación que da a la fotografía la sensación que produce la llamada Luz Rembrandt, efecto lumínico muy utilizado por retratistas y una constante en la fotografía de Evaristo.
El acierto en la disposición de este tipo de luz se percibe mejor al notar la diferencia que logra Evaristo entre el artista y el fondo de su estudio, la luz aclara todo el extremo izquierdo del modelo y deja en una leve penumbra su lado derecho, lo que hace que tanto la zona iluminada como la zona de sombras se destaquen del fondo oscuro, pero que deja ver se trata del espacio de trabajo de un artista, con lienzos y dibujos de distintos formatos y no necesariamente puestos en un orden, lo que denota la veracidad del registro documental al no alterar ni modificar el estudio para hacer la fotografía. Parecerá a simple vista un dato trivial, pero afirma la intención del documentalista de mostrar al observador que sus imágenes no son un montaje, sino que registran la vida real, sin artificios innecesarios.
Luis H. Padilla pertenece a una generación de pintores de lo más destacada en el arte nacional, su obra plástica ha evolucionado con el correr de los años en una búsqueda constante de un estilo personal, cambio evidente pero a la vez gradual, los cuadros que admiramos a su espalda en la fotografía pertenecen a su estilo hacia la última década del pasado siglo XX, más refinado y más técnico que su obra temprana en la cual alteraba la figura humana y predominaban rostros de marcada melancolía y desesperanza.
Este retrato realizado por Evaristo, muestra el semblante serio de un artista dedicado a su oficio de pintor, sereno, observador y disciplinado, así como ha sido su obra creada desde sus inicios hasta nuestros días.
Captada en el estudio de Evaristo López Rojas en el barrio La Ronda, la fotografía de Moisés Becerra muestra al artista en una de sus visitas al país, ya que su residencia permanente fue en Italia, en donde estudió e hizo también su vida familiar y profesional.
Becerra se nos muestra en la imagen como el artista reflexivo y sereno que era, su obra limpia y estudiada se perciben en su rostro tranquilo y que pareciera estuviese presto a expresar un pensamiento. Evaristo le captó en el punto preciso que éste se disponía a comentarle una experiencia reciente, lo que hizo que la fotografía le muestre como si deseara iniciar una conversación y le da un carácter particular a la toma.
La iluminación es ubicada más arriba de lo usualmente usado por Evaristo para realizar sus retratos, colocó dos lámparas de flash a izquierda y derecha del modelo, lo que hace una luz uniforme que ilumina de frente el rostro, a diferencia de la inclinación constante de Evaristo en sus fotografías a tener un lado marcado de luz en contraste a uno acentuado de las sombras. De nuevo la pose casual y la vestimenta sencilla le imprimen un aire de cotidianidad a la fotografía, lo que refuerza su intención de ser un registro documental y no un retrato comercial. La idea de Evaristo fue siempre honrar a destacadas personalidades del arte y de la cultura nacional a través de la fotografía, su intención era registrar para la historia la imagen de aquellos que han engrandecido a Honduras con su trabajo permanente y prolífico en el arte. Y Moisés Becerra es uno de ellos. Desde su residencia en Milán, Italia, el artista nunca olvidó su patria y al pueblo al cual siempre rindió tributo en cada una de sus creaciones, reflejando el folklore y la tradición oral en un estilo pictórico único que le hizo destacarse y convertirse en uno de los más grandes exponentes del arte plástico hondureño.
Moisés Becerra nació en un humilde hogar en las montañas de Copán, el 26 de diciembre del año 1926, creció en medio de historias populares rodeado de bosques y naturaleza, tradición oral que marcó su obra a lo largo de toda su prolífica vida. Falleció el 30 de noviembre de 2018 en Italia, la tierra que le acogió y que como artista le vió crecer.
Apasionado artista plástico nacional, Nelson Salgado fue fotografiado en el estudio del barrio La Ronda de Evaristo López Rojas en el año 2004. Esta imagen forma parte de una sesión realizada a un grupo de amigos comunes que fueron retratados individual y colectivamente esa mañana en el taller de Evaristo. Quizá ello condicionó el encuadre más abierto de este retrato de Nelson a diferencia de la práctica usual del artista de limitar el área del retrato a un cuadro más cerrado en casi toda la colección Retratos de una época.
En raras ocasiones, podemos admirar a los retratados por Evaristo en su posición de sentados en el banco colocado para ubicarles delante del telón de fondo. Mencionamos un párrafo atrás que quizá fue condicionado ello por la realización de tomas de grupo que se hicieron en la misma sesión, ya que obliga al fotógrafo a colocar las luces y el trípode que sostiene la cámara a mayor distancia de los modelos, ya que este tipo de fotografías se realizan con un lente de longitud focal fija, lo que significa que se obliga el fotógrafo a acercar o retirar la cámara según sea su preferencia del espacio que ocupe el retratado en la composición, acercando o retirando la cámara según desee hacer una toma abierta o una toma cerrada del modelo.
Curiosamente también retrata a Nelson Salgado con pipa, la que debió haber estado apagada, primero porque no se mira humo saliendo de ella, y segundo porque Evaristo no fuma y no admitiría el fumar en su espacio de taller fotográfico. Nelson pertenece a una generación de artistas graduados de la Escuela Nacional de Bellas Artes en la década de los ochenta del pasado siglo XX que fue muy dinámica y descolló desde sus tiempos de estudiante, vehemente admirador del Renacimiento Italiano, sus primeras obras eran un tributo a esta gloriosa época del arte, admiración que el paso del tiempo no ha disminuido y aún se deja ver en sus obras en espacios públicos que hace cada día, en las aceras, calles o plazas del centro histórico de Tegucigalpa, en donde entre transeúntes y vendedores plasma su arte casi efímero, el que dura el tiempo que las suelas de los caminantes tardan en borrarles del suelo por el que pasan.
Una nublada mañana entre pinares, Evaristo López Rojas retrató al artista Obed Valladares en su taller localizado en Valle de Angeles, municipio ubicado a pocos kilómetros de la ciudad capital, Tegucigalpa. En la fotografía Obed termina una obra en arcilla, el material por excelencia que el artista preferiría para desarrollar sus proyectos artísticos. Detrás de él vemos otras piezas terminadas, andamios de madera y obras cubiertas con tela que imaginamos era para su protección.
Esta serie de Obed trabajando en su estudio al aire libre, es de las pocas representaciones que de un artista haría Evaristo trabajando en sus obras, de hecho, en toda esta serie fotográfica el escultor nunca miró a la cámara, absorto en su creación y dedicado a su quehacer, obvió la presencia del fotógrafo, lo que le confiere un carácter de registro documental verdadero, inmediato y auténtico.
En nuestro presente, transcurrido ya un poco más de un cuarto de siglo, la fotografía captada por Evaristo se ha convertido en una ventana al pasado, registra el trabajo de uno de los artistas de la escultura más representativos del arte nacional, y lo hace en un momento de creación, en su espacio cotidiano de trabajo. Por muchos años ese fue su estudio en donde se crearon valiosas obras del arte escultórico hondureño, la fotografía retrata a un artista dedicado a su obra, en su atuendo diario de trabajo, sencillo, adusto y concentrado únicamente en su labor. La iluminación es natural, la misma que día a día iluminaba el trabajo de Obed, Evaristo en esta serie prescindió de la habitual lámpara de flash utilizada en otras imágenes de la colección Retratos de una época, pero la ubicación del Sol en esa terraza y las nubes que hicieron de pantalla de difusión ayudaron al fotógrafo para dar la apariencia de su predilecta iluminación Rembrandt a esta serie de Obed. Pero ello es también resultado del dominio de su oficio, como artista de la fotografía, Evaristo toma la luz ambiente y la convierte en elemento a su favor.
Obed Valladares nació el 4 de mayo del año 1955 en la ciudad de Yuscarán, cabecera departamental de El Paraíso, falleció en Tegucigalpa en 1994.
La fotografía que le haría Evaristo López Rojas al artista Miguel Ángel Ruíz Matute fue realizada en el estudio del pintor ubicado en la calle Guajoco del barrio Los Dolores en Tegucigalpa, espacio en el cual el reconocido pintor creaba sus obras en sus visitas a la patria que le vió nacer. Radicado en Londres, Inglaterra, Ruíz Matute retornaba a Honduras cada cierto tiempo a exhibir sus obras, de ellas existe una amplia colección a nivel país pese a que su carrera artística se desarrolló en Europa desde la década de los sesenta del pasado siglo XX, principalmente en Madrid, España y luego en Inglaterra.
Viajero incansable, una ampliación de la fotografía nos permite leer en la cartilla inserta en la bolsa de su camisa que es su pasaporte. La mano izquierda recogida sobre su espalda es la posición correcta del ilustrador, la que le da mayor dominio del pincel, como si fuese un antiguo iluminador medieval realizando la fina decoración de sus manuscritos. La fotografía muestra al artista profesional y dedicado a su quehacer que era Ruíz Matute, su trabajo constante y prolífico es un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones de artistas que deben ver en el trabajo diario y la creación constante el camino para trascender en el arte.
La iluminación utilizada en esta imagen es la que predominaba en el estudio del artista (lámparas incandescentes de luz fría) pero que Evaristo como experimentado fotógrafo supo aprovechar a su favor, ubicando la cámara de modo que el mueble de caoba en la pared hiciera de fondo oscuro que resalta la figura del artista, el uso de una película de sensibilidad alta (ISO 400) evita que la luz débil de este tipo de lámparas haga que se vea oscura la fotografía, mostrando la imagen un balance uniforme de luz, sin contrastes elevados, tanto en las áreas oscuras como en las zonas de claridad. Ello se consigue sólo con la acertada elección de la película y un correcto proceso de revelado químico.
Miguel Ángel Ruíz Matute nació en la ciudad de San Pedro Sula el 1 de marzo del año 1928, falleció en Londres, Inglaterra el año 2018 dejando atrás de él un inmenso vacío en el arte nacional.
El estudio al interior de su residencia en la popular colonia Kennedy de Tegucigalpa, ha sido el espacio ideal para retratar a Benigno Gómez, uno de los más destacados exponentes del arte hondureño del siglo XX. La fotografía de Evaristo López Rojas le retrata pintando, concentrado en la mezcla de colores en su paleta, uso del color que caracterizaría su producción plástica dominando su aplicación como pocos artistas lo han conseguido en la historia del arte nacional.
Dos espacios tenía el artista para trabajar en su hogar, este patio interior que le daba mayor luz natural para realizar mejor su trabajo y un estudio interior acondicionado con la luz de amplios ventanales. En ambos espacios, el artista Gómez fue retratado por Evaristo, formando parte de una misma serie fotográfica. En la presente imagen, la luz natural condiciona la claridad y las sombras en ella, admirándose mayor iluminación hacia la parte superior del pintor, quedando su rostro ligeramente más visible por el resplandor de la paleta blanca sostenida frente a su rostro, y no es casual que la zona de la frente y anteojos sea oscura sobre una pared clara, y su barbilla y labios claros sobre un fondo de pared en sombras, es oficio del fotógrafo saber aprovechar estas incidencias de luces y de sombras naturales en la fotografía.
La obra que pinta el maestro Gómez tiene como tema la maternidad, contenido recurrente en su producción plástica y una característica muy marcada de su temática y estilo pictórico. El carácter sereno y apacible del maestro Benigno Gómez queda reflejado en la imagen de Evaristo, el tema de sus obras así también lo revela, su pincelada casi dibujada, la fuerza medida de sus colores, toda su producción refleja la personalidad interior, misma que Evaristo en su retrato fielmente registró. Es otra fortaleza del artista, retratar la forma externa del personaje y a la vez la fuerza interna que les hace ser únicos e insustituibles en la historia del arte y de la cultura nacionales.
Benigno Gómez nació el 17 de enero del año 1934 en la comunidad de Naranjito, Santa Bárbara, falleció en Tegucigalpa el año 2017.
El estudio de Evaristo López Rojas en el histórico barrio La Ronda de Tegucigalpa ha sido el espacio en donde se realizó esta sesión fotográfica que retrató a Felipe Burchard, uno de los mayores exponentes de la pintura en Honduras.
Polémico, enérgico, extrovertido, la personalidad del artista queda apenas insinuada en la pose del retratado: de brazos cruzados, lentes de sol y sombrero, innecesarios quizá para posar al interior de un estudio fotográfico, pero así es Felipe Burchard: único en su clase, impredecible e incontrolable. Imaginamos la habilidad de Evaristo para saber ganarse las distintas personalidades de los retratados por él. Parece dato trivial, pero al encontrarse frente a distintas luminarias del arte y de la cultura hondureña, la facilidad de ganar la confianza del retratado es básica en el arte fotográfico, sólo así el retrato será una fiel imagen de la personalidad y no una sencilla representación externa de un personaje posando.
Este retrato de Burchard presenta características que le hacen ser un poco más complejo que el resto de la serie. La camisa blanca del artista es una variable a tomar muy en cuenta, ya que puede causar blancos intensos sin detalle alguno en aras de buscar aclarar el resto de la composición. Pero el oficio del artista se impone, y nos permite admirar perfectamente los detalles de la tela blanca en la camisa, así como están bien definidas las zonas de grises y sombras intensas en el resto de la imagen. La predilección de Evaristo hacia la iluminación Rembrandt es evidente en la presente serie, en donde la parte clara del retratado es marcadamente su zona izquierda, quedando en penumbra y sombras leves el extremo derecho de él. La sombrilla que hace difusa la luz del flash es perceptible en el cristal derecho de los lentes de Felipe, detalle curioso que nos permite conocer la técnica de iluminación utilizada en la fotografía.
Felipe Burchard es uno de los artistas hondureños que más ha trascendido en el arte nacional e internacional, en un excepcional caso de auto formación, práctica artística constante y un impresionante talento natural.
Evaristo López Rojas retrató al pintor Hermes Armijo Maltez en su estudio, ubicado al interior de su residencia en la zona de El Picacho, sitio de pinares aledaño a la ciudad de Tegucigalpa. Situado enfrente de una de sus obras, el artista posa para el lente de Evaristo sentado en su espacio diario de trabajo, vestido de manera cotidiana, muestra la sencillez que caracterizaba al artista. Impecable dibujante, la obra tras de él muestra la variante de dibujo en lienzo que el artista practicó por muchos años, sin perder su característico estilo de figura humana alterada que convertía sus obras en retratos de la sociedad campesina y rural de nuestro país, temática que admiramos en su obra plástica a color realizada a lo largo de su dilatada y prolífica carrera.
La iluminación usada por Evaristo en esta toma sigue siendo su predilecta luz Rembrandt, basada en la claridad de la zona derecha de la imagen, quedando en penumbra su área izquierda, para ello únicamente contó con los ventanales del estudio del artista, cubriendo algunos cristales, dejando otros libres para conseguir el efecto que deseaba trasmitir de iluminación en penumbra. Apreciamos en esta fotografía un contraste más marcado entre la sombra y la luz, pese a ello, la intensidad que predomina es neutra, logrando Evaristo suavizar el lienzo blanco de la obra evitando que su claridad le volviera un espacio sin detalles ni volumen. Así, la totalidad blanca de la tela no fue un distractor de la imagen, sino que se convirtió en un fondo perfecto para dimensionar al artista retratado en la fotografía.
El presente retrato forma parte de una de las series que Evaristo realizó del artista Maltez, sesiones hechas en distintas fechas y que registran diferentes facetas y etapas artísticas que el pintor transitaría en su carrera profesional en el arte. Registro fotográfico valioso y único que retrata a uno de los pintores más emblemáticos del siglo XX hondureño. La imagen del artista suele ser atenuada la mayoría de las veces por la presencia visual de sus obras, teniendo raras veces la posibilidad de conocer la imagen del pintor que la ha realizado. Hermes Armijo Maltez nació el año 1951 en la ciudad de La Lima, departamento de Cortés, falleció en Tegucigalpa en 2016.
Evaristo López Rojas retrató en su taller de costura ubicado en el histórico barrio La Ronda a un verdadero maestro del arte sartorial: Daniel Reina Valenzuela.
Poso el maestro a mitad de un momento de descanso, su mano izquierda apoyada en su fiel máquina de coser Juki, teniendo en su espacio de trabajo el pantalón en su base y el hilo y la aguja listos para continuar su labor. Sus herramientas de trabajo -la regla curva y la regla en L- están en la pared, así como también lo están distintas fotografías de sus años en México, en otra faceta de su vida en dicha nación.
La iluminación de la fotografía es la luz natural de su puerta de acceso al taller, la que siempre estuvo abierta para recibir a amigos y clientes por igual. Su amena plática dejaba ver su erudición y experiencia de vida (en México fue actor). Su dominio de la sastrería hacía que su taller pasará siempre lleno de pedidos, aun así, siempre tenía tiempo para dedicarlo a una buena conversación, la que en la fotografía pareciera estuviera a punto de iniciar entre el retratado y el fotógrafo. De ahí quizá el carácter documental de esta imagen, que detiene en película un instante de la vida de este hondureño ejemplar. La luz de la puerta del taller, al ser al mismo nivel del modelo ilumina el área izquierda de la imagen, haciendo que el retratado se destaque en el cuadro al tener un contraste de claridad entre él y la pared en sombra que le sirve de fondo.
El pie cruzado sobre su pierna y la inclinación marcada de su cuerpo denotan quizá una ligera fatiga por el trabajo diario, perfectamente comprensible por su ya avanzada edad. Elementos que hacen más auténtica la fotografía y descartan la idea de un retrato montado convenientemente para simular ser documental, veracidad del registro que queda sobradamente marcada en esta serie en especial.
Nuestra historia no siempre recoge la vida y esfuerzo de muchos hondureños que han dado tanto a su nación con su trabajo diario y honesta vida, este es el caso del maestro Reina Valenzuela, de cuya vida poco conocemos, pero que ha quedado inmortalizado para la posteridad en el registro fotográfico de Evaristo López Rojas.