...A la patria fragmentada.
La construcción de la nación centroamericana y específicamente la hondureña, se inicia artificialmente desde las elites políticas, catalizadoras de un proceso que no había tenido lugar durante el régimen colonial. La hegemonía de la construcción de la nacionalidad hondureña oscila entre la ruptura con el pasado colonial y su mantenimiento, en donde los vacíos coloniales pretenden ser llenados con elementos de la Europa republicana obviando un proceso orgánico propio de desarrollo.
A través de “…la obra de muchos de los literatos y pensadores hondureños, la sociedad hondureña es objeto de variadas metáforas e imágenes que la ubican en la experiencia del desgarro, de la tragedia, del caos, en suma, de su desintegración como nación…”. Estas metáforas de nuestros ilustres pensadores y literatos hondureños se ubican bajo una óptica que van, desde la patria idealizada y con una visión romántica; a la patria totalizadora y homogeneizadora, hasta la patria de todos.
A partir del siglo XIX, la preocupación de las naciones se centraba menos en la búsqueda de un pasado glorioso, y más en la recuperación de “lo propio” en las culturas populares, con el fin de salvaguardar, o al menos evitar, la desaparición de las características capaces de justificar la particularidad. La crisis del imaginario colectivo sobre la Nación, se debate históricamente entre los postulados idealizados de los líderes independentistas, las elites decimonónicas, los poderes fácticos que se instalan en el poder político, y las aspiraciones de la población a la búsqueda del bien común.
La poeta, Clementina Suárez, inicia su poemario con la anunciación de uno de los mitos fundamentales de la nación: “…no sólo existe desde el principio de los tiempos, sino que también es eterna: No puedo llegar.../ porque jamás me he ido… / tierra …/ para inmortalizar el tiempo…”. A lo largo del libro impera un sentido del tiempo sin inicio, ni final.
En Honduras, como en toda la región, la vida de la Nación se inicia con la mitificación del hecho independentista (Acta de Independencia, 1821), el panteón de los héroes y la creación de un imaginario colectivo basado en símbolos que se vuelven vacíos al no integrar el ethos comunitario, el ethos visto como el espíritu que permea a la comunidad hondureña.